Joaquín Benito Vallejo
De nuevo, y con las pilas cargadas por este merecido descanso vacacional que cada cual ha experimentado a su manera, volvemos a contactar a través de este Blog.
Y que mejor manera de reinicializar esta nueva andadura que comenzar con un artículo de Joaquín Benito Vallejo, el título ya es sugerente y el contenido creo que amplio, por lo que he creído conveniente dividirlo en dos partes. Espero os resulte interesante su lectura.
El tema está centrado en la jubilación: la primera parte nos habla del concepto de “la tercera edad” y su proceso evolutivo, como cambiamos a nivel biológico, como cambia nuestro cuerpo y nuestro estado emocional. La segunda parte se centra en la jubilación, pero como Joaquín dice, desde una perspectiva lúdica.
Aprovecho para dar las gracias a Blogueros Mayores, donde he encontrado una calurosa bienvenida y aceptación “gracias por vuestros comentarios”.
Este artículo es una colaboración de Joaquín Benito Vallejo. “podéis ver su currículum en su pagina Web que está al final del artículo.”
“Tercera Edad”: concepto engañoso
Aunque carente de todo contenido científico a cualquier nivel, el concepto de “Tercera Edad” tiene una significación precisa, pero no es aquella que aparenta, sino la que esconde.
Como todo eufemismo –palabra bonita para denominar algo que creemos feo-, su significación hay que buscarla en la fealdad que pretende ocultar. Es una máscara bajo la cual hay que rebuscar si de verdad queremos saber lo que esconde. Quizá no queramos saberlo nadie, ni las instituciones ni las personas. Y por esa razón adquiramos tan fácilmente el hábito, porque ello supone una justificación de nuestro comportamiento.
Lo que hoy todo el mundo llama “Tercera Edad” siempre se ha llamado vejez.
¿Qué tiene de feo la vejez para que se adopte ese calificativo, en el mejor de los casos “cariñoso”?
A mi modo de ver, la visión que tenemos de la vejez es mala, porque nos han inculcado que la vejez supone la pérdida de algo que también nos habían inculcado como bueno. La sociedad ha ensalzado la juventud adornándola con una serie de tópicos. En contraposición debe desvalorizar la vejez al carecer de dichos tópicos y añadiéndole otros distintos.
Lo desvalorizado inmediatamente se convierte en marginal y segregativo. Pero como esos viejos son nuestros padres, -y nosotros también seremos viejos-, adquirimos un complejo de culpa y adoptamos un comportamiento y un calificativo que lo encubre. Un calificativo “cariñoso” y un comportamiento caritativo, condescendiente, de favor y de limosna. Donde la justicia ha sido raptada se preconiza la caridad. Y se refleja en una política, en su grado más óptimo, de entretenimiento y distracción. Matar el tiempo. No aprovecharlo para vivirlo y desarrollarse plenamente.
Como todo eufemismo adquiere un nuevo significado, calificando más a quien lo utiliza –por su comportamiento-, que a quien va dirigido.
Una sociedad competitiva, individualista, cuyo valor supremo es la productividad, rechaza todo lo que no sea productivo. No valora a la persona por sus capacidades humanas, sino como objeto o máquina productiva. Después de pasarse toda una vida exprimiendo la máquina obligándola a superproducir, cuando la máquina se agota se la arrincona y nos olvidamos de ella. Lo mejor para esa maquinaria económico social es que cuando la máquina, -la persona- no produce lo que se esperaba, se la aproveche para chatarra, -se la inhabilite, se la retire, muera-. Ve como una carga al viejo porque tiene que alimentar una máquina que ya no produce. Su condición absolutamente explotadora no quiere reconocer que esa máquina –el viejo- ha estado pagando muy caro, durante toda su vida, la vejez de ahora.
No es una caridad ni un favor, hacer que su vejez sea plácida y llena de disfrute. Es sencillamente su derecho. Y la sociedad tiene la obligación de cubrirlo. Pero esta sociedad además cree, se justifica creyendo, que los ancianos no tienen necesidades como los adultos o los jóvenes. –Son considerados vegetales o animales rumiantes o se les convierte en ello-, con lo cual, con un regalito cariñoso se quedan tan contentos. Además el sistema ha descubierto la forma de “reciclar” a los viejos. Si no producen que consuman. Así la máquina seguirá siendo rentable. Y este es el ocio que se ha creado para ellos. Matar el tiempo que les va quedando, pero… consumiendo.
“Tercera Edad” tiene además un significado clasista. Solo se denomina así a la masa pobre, baja e inculta que vive de los Servicios Sociales. La denominación no es aplicable a políticos, intelectuales, banqueros, artistas… etc.
Un nombre in-significante, -sin significado- para ocultar muchos significados. Una ideología y unos comportamientos. Se oculta lo que se piensa, lo que se hace, lo que se debe hacer y se exorciza la culpa, la mala conciencia.
(Afortunadamente, desde 1990 en que fue escrito este artículo, algunas de estas cosas han cambiado para bien en las instituciones españolas)
Vejez: proceso final de desarrollo
El ser humano es una entidad bio-psico-social, tres aspectos que se conforman mutua y dialécticamente. Cada uno influye en los demás, determinando y siendo determinado por ellos. Y de esa dialéctica depende el ser humano. Es necesario tener presente siempre esta perspectiva. Si algo falla hay que indagar dentro de esa interacción, tratando de delimitar los campos de donde pueda proceder. Cuál es la causa y cuál el efecto.
Formando parte de un proceso evolutivo de doble vertiente, hacia atrás el proceso filogenético –las especies- donde la vida se asienta casi exclusivamente en un proceso biológico. Dentro del ser humano, el desarrollo –ontogenético-, se dirige más hacia lo social. Sin embargo, no puede concebirse la sociedad como una entidad alejada de la naturaleza. En el ser humano lo social es inherente a lo natural. Lo natural deja de ser exclusivamente biológico. Lo que determina la esencia del ser humano es convertir en realidad lo que únicamente es potencial, lo inscrito genéticamente, que solo mediante la interacción social llegará a aflorar.
La evolución del ser humano, -un proceso en sí mismo-, consta de otra serie de procesos desde el nacimiento a la muerte. Cada proceso, por un lado, está inscrito genéticamente desde la concepción pero depende de factores externos, sociales, si aquel va a desarrollarse y cómo y de qué manera ocurrirá.
La vejez es considerada la etapa final, anterior a la muerte, del desarrollo ontogenético. Olvidando a menudo la dialéctica bio-psico-social vemos la vida y sus fases como compartimentos aislados. Las primeras etapas de la vida son consideradas como las de un desarrollo progresivo de las capacidades y de un enriquecimiento de los comportamientos y las actitudes. Mientras que la etapa final se describe como una fase regresiva de la vida donde los comportamientos van deteriorándose, las capacidades y aptitudes empobreciéndose y degradándose hasta su extinción. Se la llama la etapa involutiva de la evolución.
El error está en ver esta etapa llamada involutiva y degradante como algo natural y genético. Pero todo lo contrario: para que se desarrollen las capacidades es necesaria la acción estimulante del medio social. Por lo tanto, si los comportamientos se empobrecen y degradan es porque el estímulo social ha dejado de existir.
Durante la etapa de la vejez se asiste a una serie lenta de transformaciones visibles desde antes de los 40 años. Estos son cambios físicos respecto al sistema piloso, a los tejidos. Cambios estructurales en las células, cambios funcionales: de los sentidos, de la motricidad, del sistema cardiovascular, del digestivo… Basándose en unos u otros se han elaborado diversas teorías del envejecimiento, de las que prácticamente ninguna tiene en cuenta la influencia socio ambiental y la forma de vida. Sin embargo, incluso en el cambio más pequeño considerado físico o químico, puede encontrarse la influencia de las condiciones de la forma de vida.
También se ha aplicado el baremo de la degradación y de la pérdida para los procesos psicológicos: sensaciones, percepciones, memoria, comprensión, inteligencia… En su contra, otras investigaciones han demostrado que siempre que esto ocurría, el que realmente estaba degradado era el estímulo social. Lo que ocurre es que se está aplicando el carácter de natural a lo que es habitual, a lo que ocurre a menudo, pero una cosa es que sea habitual y otra natural. Con ello se evade la responsabilidad social. En un medio social degradado, carente de estímulos, un anciano de 80 años puede estar por debajo de las capacidades de un niño de 4 años. Por el contrario, en un medio rico en estímulos, el anciano de 80 años puede estar en al plenitud de sus facultades, de modo muy similar a como estaba a los 60 años. Los ejemplos que demuestran esto son muchos, recordemos solo a Picasso, Kant, Churcill… En la actualidad tenemos muchos más.
La vejez es el resultado, mejor o peor, de la vida anterior desde la infancia. Se envejece como se ha vivido. De la calidad de lo vivido depende la calidad de la vejez. La forma de vida que se haya desarrollado, aún siendo particular y propia en cada persona, depende de las posibilidades que la sociedad le haya proporcionado. Así, las condiciones particulares son condicionadas por la historia, la economía, la cultura, etc. Por ello el problema del envejecimiento es un problema social y hay que abordarlo desde esa perspectiva. Hemos de cambiar las condiciones sociales para mejorar la vejez. Lo demás son parches.
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