Hace tiempo que quería realizar un trabajo sobre los deseos y hacer una reflexión para ver como influyen en nuestra vida, afectando de diversas maneras tanto en positivo como en negativo nuestra calidad de vida. Para ello he recogido un interesante trabajo sobre el deseo de William B. Irvine que podéis verlo en su libro cuyo titulo es “Sobre el deseo”.
A lo largo de nuestra vida, nuestros deseos suelen cambiar con el paso del tiempo, pues un deseo desplaza a otro. Compare sus más preciados deseos de cuando tenía diez años con sus más preciados deseos actuales.
Tal es el estado natural del hombre: una cabeza llena de deseos, los cuales, no obstante, van cambiando de año en año, e incluso minuto a minuto, como el agua del río.
Mapas del deseo
William Irvine hace una clasificación del deseo en: deseo instrumental, cuyo fin es el de realizar algún otro deseo y deseo terminal, el cual es querido por si mismo, no para realizar algún otro deseo.
Ejemplo:
Imaginaros que el estomago nos esta dando unas punzadas debido al hambre que tenemos, pues ya hace algunas hora que hemos comido.
Lo primero que se me pasa por la cabeza es ver donde puedo ir a comer y compruebo que el restaurante más cercano que tengo esta a unos kilómetros.
Poco a poco se van creando algunos deseos, primero pienso que voy a coger el coche, pero tengo que buscar las llaves pues las necesito para conducir. Estos dos deseos coger el coche y encontrar las llaves, serian deseos instrumentales.
Una vez que ya voy en el coche, y me dirijo al restaurante, voy pensando en que lo que quiero es que deje de dolerme el estomago y cesen mis punzadas y que ya estoy en camino de conseguirlo, ese tipo de deseo seria un deseo Terminal y de tipo hedónico (porque lo que me interesa en ese momento es sentirme bien y evitar sentirme mal)
Tenemos dos fuentes internas de deseos: nuestras emociones y nuestro intelecto, suelen trabajar codo con codo: las emociones forjan deseos terminales hedónicos y el intelecto forma deseos instrumentales, cuya realización permite a las emociones obtener lo que quieren. Y, para que los deseos instrumentales formados por el intelecto no sean débiles, las emociones les asocian sentimientos de ansiedad.
La batalla entre las emociones y el intelecto, lo atestiguamos como la batalla que se da en nuestro interior entre el corazón y la cabeza.
¿Cómo influyen las demás personas en nosotros y en nuestros deseos?
La mayoría de las personas anhelan la fama y la fortuna. Si la fama universal les esquiva, buscan la fama regional, el renombre local, la popularidad en su círculo social o la distinción entre sus colegas. Asimismo, si no pueden amasar una fortuna en términos absolutos, aspiran a la riqueza relativa: quieren gozar de un bienestar material superior al de sus compañeros de trabajo, vecinos, familia y amigos.
Nuestros mayores rivales en la competición por el estatus suelen ser los más próximos a nosotros, en términos geográficos o de estatus. En otras palabras, la familiaridad genera envidia. Es más probable que una persona sienta envidia de sus compañeros de trabajo, vecinos o familiares que de un millonario a quien no conoce.
Tratando con nuestros deseos
Muchos de nuestros anhelos pueden explicarse por la presencia en nosotros de un “sistema biológico de incentivos o SBI”. Este sistema es una imposición de nuestro pasado evolutivo. Somos recompensados con buenas sensaciones mentales y físicas por hacer ciertas cosas y, por lo tanto, queremos hacerlas; somos castigados con malas sensaciones por hacer otras cosas y, por consiguiente, no queremos hacerlas.
Es posible que no nos agrade que la naturaleza nos imponga un SBI, pero posiblemente la vida seria peor sin un SBI que con él.
No deberíamos fiarnos de nuestros deseos. Solo porque detectamos un deseo en nuestro interior no quiere decir que debamos tomar posesión de él. Muchos deseos “naturales” son parásitos: se instalan en nosotros sin ser invitados y durante su estancia intentan apropiarse de nuestro plan de vida.
Deberíamos esforzarnos en comprender el deseo. Para ganar una batalla, es útil conocer al enemigo. Así pues quien quiera dominar el deseo debe entender su funcionamiento y en general, por qué queremos lo que queremos. Por lo que es importante que sepamos:
• Que nuestros deseos generalmente no existen aislados. Pues generalmente son deseos instrumentales, (que nos llevan a otros), es decir un solo deseo puede dar lugar a muchos otros.
• Que existen múltiples fuentes de deseo en nuestro interior, que pueden generar deseos contrapuestos. En concreto, nuestras emociones pueden provocar un deseo que nuestro intelecto halle censurable, y viceversa. Cuando esto suceda, nos resultara imposible satisfacer todos nuestros deseos.
• Que ejercemos el mayor control sobre los deseos que tienen el menor impacto en nuestra vida. si detecto en mí un deseo de chasquear con la lengua, puedo extinguirlo fácilmente. Pero si veo que me he enamorado de alguien, es posible que pueda hacer muy poco para combatir los sentimientos que estoy experimentando.
• Que somos insaciables. Conseguir el objeto de nuestro deseo reduce siempre su deseabilidad para nosotros. Nos adaptamos psicológicamente: damos por sentado el objeto logrado y empezamos a sentirnos insatisfechos. Para superar este sentimiento, formamos un nuevo deseo y nos esforzamos para realizarlo pensando que esta vez va a ser diferente, que esta vez la consecución del objeto de nuestro deseo nos reportara una satisfacción duradera.
• Que el dominio absoluto del deseo es imposible. Nuestro objetivo no debería ser eliminar por completo el deseo, pero sí nuestra meta sería lograr un cierto dominio sobre nuestros deseos, asumiendo en lo posible el control del proceso de formación de deseos.
Y para ello debemos llegar a alcanzar el mayor logro de satisfacción duradera y el autor nos dice que consiste: no en cambiar el mundo y nuestra posición en él, sino cambiarnos nosotros mismos. En concreto, deberíamos esforzarnos por querer lo que ya tenemos, (nuestro trabajo, nuestro coche, nuestros hijos, etc.)
El diccionario Oxford English Dictionary define Satisfecho, adj. Que adapta sus deseos a lo que tiene (aunque sea menos de lo que hubiera podido desear); no perturbado por el deseo de algo más o de algo diferente.
Al diseñar un plan de vida nuestro objetivo fundamental, debería ser la conquista de la satisfacción. Lo importante no es el nivel absoluto de fama y fortuna de una persona, sino si su nivel de fama y fortuna son suficientes para ella, si se siente satisfecha con él. Cuanto menores sean sus expectativas con respecto a la fama y a la fortuna, más fácil le resultar lograr la satisfacción.
“Irvine William” dice que no ofrece ninguna formula mágica para eliminar los deseos no queridos. Pues cada sociedad, persona o etnia, intenta hacerlo de una manera que es incompatible con las demás, unos aconsejan meditar, otros ingresar en una comunidad religiosa, otros siguen alguna tradición filosófica (estoicos, escépticos) etc. Por lo que opina que la estrategia que debería adoptar cada uno depende de su personalidad y de sus circunstancias.
Creo que existen muchos planes diferentes que, si se adaptan, conferirían sentido a nuestra vida. Puede que tu plan de vida difiera radicalmente del mió aunque ambas vidas sean significativas.
Bibliografía:
WILLIAM B., Irvine. (2008): Sobre el deseo. ED.Paidós.