Casarjian R. nos dice: “Sin embargo, yo tenía claro que las personas que perdonan son capaces de ir más allá de simplemente arreglárselas hacia una curación más profunda y de disfrutar realmente de su vida. También tenía claro que las personas que se pierden en la rabia, el rencor, la culpa y la vergüenza se estancan emocionalmente y pierden su poder.
Se me hizo evidente que si deseaba ayudarme a mi mismo y ayudar a los demás a sanar, crecer y amar la vida, el perdón tenía que formar parte integral de ese proceso”.
Perdonar jamás significa justificar comportamientos inaceptables o abusivos. No existe en el mundo manera alguna de que yo pueda justificar lo que me ocurrió. No obstante, no me cabe duda de que a estas alturas de mi vida, he perdonado; y porque opté por perdonar, la experiencia no ha endurecido mi corazón. Al perdonar me libere de la carga de continuar siendo víctima para siempre, y puedo disfrutar de mi vida actual plenamente y con libertad.
A veces me ha resultado fácil perdonar, otras, el perdón ha sido una decisión muy valiente. Pero tanto en un caso como en el otro, siempre me proporciono más paz en el corazón. Siempre me dejo más feliz, y libre para continuar creando relaciones más sanas con otras personas y conmigo mismo.
¿Para qué elegir perdonar?
Independientemente de cuál sea nuestra historia única y especial, el perdón contiene la promesa de que encontraremos la paz que todos deseamos.
El teólogo y filosofo Paul Tillich escribió:”El perdón es una respuesta, la respuesta implícita en nuestra existencia”. El perdón es el medio para reparar lo que está roto, coge nuestro corazón roto y lo repara. Coge nuestro corazón atrapado y lo libera. Coge nuestro corazón manchado por la vergüenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. El perdón restablece en nuestro corazón la inocencia que conocimos en otro tiempo, una inocencia que nos permitía la libertad de amar.
Cuando perdonamos y somos perdonados, siempre se trasforma nuestra vida. Las dulces promesas del perdón se cumplen y se nos ofrece un nuevo comienzo con nosotros mismos y con el mundo.
Lo que no es perdonar
Lo que crees sobre el perdón te abre o te cierra posibilidades, determina tu disposición a perdonar y, por lo tanto, influye profundamente en el tono emocional de tu vida.
Reflexiona un momento sobre tu infancia. Piensa en las ocasiones en que expresaste tu rabia. ¿Se mostraban comprensivos tus padres, tus maestros u otras personas? ¿Te escuchaban? ¿O te hacían salir de la habitación, te reprendían, te chillaban, se burlaban de ti o no te hacían caso? ¿Te decían: “No me repliques”, “las niñas buenas no chillan”, “¿Qué van a pensar los vecinos?”, “No me faltes al respecto”.
Tal vez aprendiste a ser un niño bueno o una niña buena y a reprimir la rabia simulando una actitud “simpática” a pesar de tu resentimiento y de sentir que no te comprendían. Es posible que ahora reprimas la rabia porque enfadarse no es compatible con tu imagen de buena persona, de buen padre, de buen marido o buena esposa o de buen amigo.
No se puede hacer un perdón verdadero si se niega o se hace caso omiso de la rabia y el resentimiento.
Perdonar no es adoptar una actitud de superioridad o farisea. Si se perdona a alguien porque se le tiene lastima o se le considera tonto o estúpido, es que se confunde perdonar con ser arrogante y criticón.
El perdón no significa que debas cambiar de comportamiento. Si yo perdono a un viejo amigo con quien he estado enemistado, no por eso tengo que comenzar a llamarlo de nuevo…a no ser que realmente desee hacerlo. Puedes perdonar a tu marido que sea descuidado con el dinero, pero eso no significa que tengas que entregarle tus ingresos, ni dejar que lleve las cuentas de la casa. Puedes perdonar a un trabajador incompetente y despedirlo por no hacer bien su trabajo.
El perdón no exige que te comuniques verbal y directamente con la persona a la que has perdonado.
Aunque podamos optar por actuar de un modo diferente, el perdón solo requiere un cambio de percepción, otra manera de considerar a las personas y circunstancias que creemos que nos han causado dolor y problemas.
Quiero poner de relieve que perdonar es algo que haces por ti mismo y no por la persona que te ha hecho daño.
Recuerda que perdonar no quiere decir que estés obligado a reanudar la relación con el trasgresor, ni tampoco significa excusa ni condonar. En realidad algunos actos pueden ser imperdonables.
Hay muchos proverbios populares que vienen a decir algo así como que aferrarte a la amargura o el odio te hace más daño a ti que al objeto de tu odio. Buda decía que agarrarse a la ira es como coger una brasa para arrojársela a alguien: el que se quema eres tú. La investigación empírica confirma esta percepción: las personas que perdonan tienen menos probabilidades de parecer odiosas, deprimidas, hostiles, ansiosas, irritadas y neuróticas y es más probable que sean más felices, mas sanas, más agradables y más serenas. Son más capaces de identificarse con los demás y de ser espirituales o religiosas.
Como era de esperar, cuanto más tiempo se da a las personas para pensar en el perdón y aprender a perdonar en estos estudios, más provecho sacan. También, curiosamente, parece que las mujeres se benefician más que los hombres, mientras que estos se aferran durante más tiempo a sus penas y sus rencores.
¿Cómo sabes si has perdonado a alguien que te haya perjudicado?
Muchas de las religiones del mundo defienden el perdón. Consiste en reprimir lo que nos impulsa a la evitación y la venganza (que suelen traer consigo emociones como rabia, desilusión y hostilidad) y, en teoría, sustituirlas por actitudes, sentimientos y comportamientos más positivos o beneficiosos. Vale la pena destacar que perdonamos a los demás; la expresión “Perdonarse a uno mismo” se refiere a un proceso diferente para levantar el amor propio, no a reducir el impulso o la conducta evasiva y la venganza.
¿Cómo saber si has perdonado a alguien? Cuando has cambiado tu manera de pensar de tal modo que tu deseo de perjudicar a esa persona ha disminuido y tu deseo de favorecerla (o de beneficiar vuestra relación) ha aumentado. Plantéate hasta que punto estás de acuerdo con las afirmaciones siguientes, tomadas de una escala del perdón.
• Hare que me las pague.
• Quiero que sufra y se sienta fatal.
• Vivo como si no existiera.
• Mantengo la mayor distancia posible entre nosotros.
Cuanto más de acuerdo estés en cualquiera de estas afirmaciones (las dos primeras tienen que ver con la venganza y las dos últimas miden la conducta evasiva), mas tienes que trabajar todavía para perdonar.
La rabia y el rencor
El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónico.
La rabia cuando surge puede expresarse abierta y directamente, o puede ocultarse debajo, donde se expresa de un modo callado y persistente en forma de resentimiento.
Piensa si utilizas la rabia o el rencor de alguna de las siguientes maneras:
¿Permaneces enfadado porque eso te da la sensación de tener más poder y dominio? Algunas personas creen que enfadarse y aferrarse al rencor es señal de poder, energía, entrega y amor propio. Pero, en realidad, la rabia y el rencor suelen encubrir sentimientos de impotencia, desilusión, inseguridad, miedo, etc.
¿Usas la rabia a modo de impulso y combustible para conseguir que se hagan las cosas?
¿Utilizas la rabia para controlar a los demás? Si utilizamos la rabia como una manera de manipular a los demás, ellos, a su vez, sentirán rabia y resentimiento.
¿Usas la rabia para evitar comunicarte? Cuando tenemos miedo de arriesgarnos a expresar nuestros pensamientos o sentimientos, o tememos las posibles consecuencias de decir la verdad, entonces solemos utilizar el enfado a modo de mecanismo para evitar la comunicación.
¿Utilizas la rabia para sentirte a salvo? ¿Te parece que te sirve de protección? Quizá se usaba cuando éramos más jóvenes por lo creativo y necesario en algunos momentos
¿Usas la rabia como una forma de afirmar que tienes “razón”?
¿Te aferras a la rabia para hacer que los otros se sientan culpables?
¿Utilizas la rabia para evitar los sentimientos que encubre? A veces es mucho más cómodo sentir rabia que sentir el temor y la tristeza que se oculta debajo.
¿Utilizas la rabia para aferrarte a una relación? Mientras te aferras a la rabia mantienes la relación con la persona con la que te has enfadado. Muchas veces un hombre, o una mujer, se divorcian con el fin de alejarse de su cónyuge. Pero mientras se aferre al rencor, permanecerá ligado a esa persona.
¿Te mantiene la rabia en tu papel de víctima? Cuando llevas gran parte de tu vida sintiéndote víctima, puede que haya una enorme resistencia a perdonar, porque al hacerlo renuncias a una buena parte de tu identidad.
¿Continúas sintiendo rencor para no responsabilizarte de lo que sucede actualmente en tu vida o de lo que sientes? Esta es quizá la ganancia secundaria que más nos incita a aferrarnos al rencor, porque mientras lo hacemos podemos culpar a otra persona de nuestra infelicidad.
Reflexión: La rabia crónica nos impide comprender que, independientemente de nuestra relación actual con quien nos la provoco en un comienzo, somos responsables de aferrarnos a ella o de tomar la decisión consciente de dejarla marchar y liberarnos.
Perdonarnos a nosotros mismos
Perdonarnos a nosotros mismos es el proceso de: 1) reconocer la verdad, 2) asumir la responsabilidad de lo que hemos hecho, 3) aprender de la experiencia reconociendo los sentimientos más profundos que me motivaron ese comportamiento y los pensamientos que hacen que nos sintamos culpables y continuemos juzgándonos, 4) abrirnos el corazón a nosotros mismos y escuchar compasivamente los temores y las peticiones de ayuda y valoración que hay en el interior, 5) cicatrizar las heridas emocionales atendiendo a esas peticiones de maneras sanas, amorosas y responsables, y 6) poniéndonos del lado del yo y afirmando nuestra inocencia fundamental. Puede que seamos culpables de un comportamiento determinado, pero nuestro YO esencial es siempre inocente y digno de amor.
Como practicar el perdón
Me gustaría daros a conocer algunas de las tecnicas que cita la doctora Lyubomirsky. En este artículo solo tratare una, las demás las podéis encontrar en su libro que añadiré a la bibliografía.
“Dice que las tecnicas que ofrece se pueden poner en practica en un diario, una carta, una conversación o usando tu imaginación.
Cito algunas:
• Apreciar ser perdonado.
• Imaginar el perdón.
• Escribir una carta de perdón.
• Practicar la empatia.
• Planearse atribuciones generosas.
• Etc.
Voy a explicar una técnica y para ello cito textualmente a (Lyubomirsky: 254):
Escribir una carta de perdón:
“Este ejercicio consiste en desprenderte de tu rabia, tu amargura y tu culpa, escribiendo (pero sin enviar) una carta de perdón a una persona que te haya hecho daño o haya sido injusta contigo. Ponte a pensar en las personas que, a lo largo de tu vida, te hayan hecho daño o hayan abusado de ti y a los que no hayas perdonado. (Estas personas pueden seguir siendo parte de tu vida o no; incluso es posible que ni siquiera estén vivos.) ¿Acaso esta experiencia (y la falta de perdón) te ha inducido a seguir pensando mucho en esa persona o en las circunstancias del dolor o la ofensa? ¿Te impide sentirte feliz, tranquilo y a salvo de imágenes y pensamientos importunos? Si la respuesta es afirmativa, te conviene hacer algo para perdonar a esa persona.
Una de las mejores estrategias consiste en escribir una “Carta de perdón”. En la carta, describe con todo detalle el agravio o la ofensa que has sufrido. Explica como te afecto en aquel momento y como te sigue afectando en el presente. Di lo que deseas que hubiese hecho en cambio la otra persona. Finaliza la carta con una declaración explicita de perdón y comprensión”.
Reflexión:
Hace tiempo me preguntaba si se puede perdonar todo y me asaltaba la duda, lo que me producía una gran desazón que hacia chocar dentro mí, las ganas de no hacerlo y el saber que es necesario para que nuestro estado emocional se equilibre. Es en ese punto y después de escribir este articulo, me he dado cuenta de la enorme fuerza que tiene el perdón, el estado de paz y de sosiego que hace que te encuentres a gusto lleno de bienestar, de saber que has hecho algo bueno para ti y para la persona a la que perdonaste.
El leer los relatos de personas que participaron como ejemplo en los libros, me hace sentir admiración, comprensión y unas ganas tremendas de que cuando alguien me haga daño, sienta ese mismo respeto y calidez en el corazón al decir: “Aun después de lo que me has hecho, yo te perdono”.
Espero haber abierto una reflexión en todos los que hayáis leído este articulo, espero que de alguna manera la lectura no os haya dejado indiferentes y que cuando alguna herida se habrá dentro sintáis esas ganas de decir “Te perdono”.
CASARJIAN, Robin. (1998): Perdonar. ED. Urano.
LYUBOMIRSKY, Sonja. (2011): La ciencia de la Felicidad. ED. Books4pocket.