Mi
madre, fue uno de los números diarios de fallecidos en este país,
en una residencia de ancianos.
Yo
tenía la responsabilidad de cuidar de ella, el derecho de estar con
ella cuando llegara su hora, procurar si fuera posible cogerle de la
mano y decirle todo lo que significó para mí y estar a su lado en
el tránsito a la otra vida. Y seguro que se sentiría acompañada y
feliz de que su gente estuviera cerca de ella.
La
residencia tenía la obligación de cuidarla, prestándole todos los
servicios que necesitara, tanto médicos como humanos.
Hay
un alcalde de ese ayuntamiento, que debe preocuparse de lo que sucede
en esas residencias de ancianos.
Tenemos
una presidenta de nuestra comunidad de Madrid, que seguro que sabía
cómo estaban funcionando las residencias.
Hay
un gobierno central, que es la máxima autoridad y también tendría
que estar enterado, junto a otras fuerzas políticas afines o de
oposición.
Cada
uno que asuma su responsabilidad y su culpa, son personas como
nosotros y habrá algo por ahí adentro de ellos que cuando pase un
tiempo, tendrán que sentarse a reflexionar. “salvo
que nadie lo considerase un tema prioritario de gobierno.”
Mi
madre fue un numero de esos 500 más o menos, fallecidos ese día,
además los medios decían que debíamos estar contentos pues el
número de fallecidos había disminuido.
El
día 9 de abril, me llaman de la residencia donde se encontraba, y me
comunican que mi madre estaba muy malita, que habían hecho gestiones
para llevarla a un hospital, pero que no
reunía las características que el hospital requería para
atenderla pues era mayor y con una enfermedad degenerativa.
Me
dicen que esté tranquilo, que tenían medios suficientes para
atenderla. A las tres horas me llaman de nuevo para decirme que ha
fallecido. No sufrió y causa de la muerte parada
cardiorrespiratoria.
La
residencia, fue una de las más perjudicadas, me dijeron que le
hicieron la prueba y dio negativo, con lo que la trasladaron a otra
residencia del grupo en Madrid ciudad. Las causas de la muerte fue
una infección respiratoria.
Me
facilitan un teléfono de la funeraria con la que trabajan, me dan un
presupuesto lo acepto. Por la tarde me vuelven a llamar, pensé que
era para darme el pésame, pero no, simplemente me llamaban para
decirme si me había puesto de acuerdo con la funeraria, pues mi
madre estaba ocupando un espacio y al fallecido no se podía tener
más de nueve horas en la residencia.
La
funeraria, después de darme unos cuantos lugares para incinerar a mi
madre y decirme que mínimo cinco días para incinerarla, llego a un
acuerdo, “Todo por teléfono por supuesto”.
A
fecha de hoy… tengo un lugar, un día y una hora, y una
incertidumbre ya que no se me dijo cuando me darán las cenizas
debido a la ley del gobierno de confinamiento.
Y
ahora haciendo uso de mi mal estar y cabreo como hijo doliente de la
situación que nos ha tocado vivir, os digo querido gobierno tanto
central, como autonómico, como resto de fuerzas que se supone que
estáis ahí para defender al pueblo, del cual formo parte: se
recupera la paga de mi madre y de muchos miles más de jubilados,
también recuperáis un 21 por ciento del coste de la funeraria que
por mi parte son casi 700 euros, y pobre de mí, lo que tendré que
pagar por los derechos de sucesión de lo que trabajaron mis padres,
pagando todos los impuestos que les hicieron pagar para que lo
heredaran sus hijos en este caso yo, y el día de mañana heredara mi
hija si tiene con que pagar. Sino pasara a papa estado.
Eso
espero, pues el papeleo no es sencillo, estamos pendientes del
certificado de defunción, que es el primer papel para empezar el
papeleo, llevo cinco días llamando al teléfono del registro, no lo
coge nadie, tampoco te dejan ir al sitio físico para hacerlo, debe
ser telemáticamente o llamando por teléfono, me gustaría que por
simple placer intentarais meteros en la zona telemática, a ver si
sois capaces de hacerlo.
Ahhh
y me gustaría que supieran que un numero de esos 500 o más
fallecidos que toco ese día, era mi madre una señora de un pueblo
de la costa de la muerte, provincia de la Coruña, se llamaba Carmen,
todos la llamaban Carmiña y yo, mama.
te fuiste sin más, te queremos