¡Deja de lado tu pasividad
y emprende el camino sin retorno de vivir tu vida, que es única y
que no volverá a repetirse!
Cuando empezamos a asistir a
funerales de amigos comenzamos a "tomar conciencia" de la
muerte, y el futuro deja de parecernos un espacio infinito. Eso puede
hacer que nos volvamos más decididos, dejemos de posponer las cosas
y queramos empezar proyectos a los que llevamos años dando vueltas.
La jubilación nos permite llevar adelante dichos proyectos con
determinación.
Pensamos que quizá nos
queden sólo dos décadas para progresar y empezar a terminar
cualquier proyecto nuevo. Nos sentimos obligados a comenzar cuanto
antes.
Una persona al jubilarse, a
los 65 años, tiene por delante, dependiendo de si es hombre o mujer,
veinte años mas aproximadamente. Individualmente, cómo perciba esa
vida, qué planteamiento se hace (como una base para su continuo
desarrollo personal o como el principio del fin), va a ser esencial
no solo para su propio envejecimiento, sino para el envejecimiento e
la población a la que pertenece.
A los 70
No actúes en función de
tu edad "al jubilarte" sino como el joven que llevas dentro
y que fuiste siempre.
J. A. West
Para quienes gozan de buena
salud y resistencia para superar cualquier crisis, esta etapa de la
vida puede ser la más agradable.
La noción de la vejez varía
dependiendo del momento de la vida en el que nos encontramos.
La acumulación continua de
experiencia y la posible sensación de "maduración" que
podamos sentir cumplidos los 70 nivela la ansiedad y la frustración:
los más felices suelen ser aquellos que valoran lo que hay de bueno
en sus experiencias cotidianas, en vez de obsesionarse con los signos
de la edad. Las relaciones adquieren en esta etapa una mayor
importancia. Eso, junto con el hecho de tener un propósito en la
vida (cuidar de alguien o trabajar como voluntario en un hospital,
por ejemplo), pueden hacer que la década comprendida entre los 70 y
los 80 sea la más feliz de la vida.
A los 80
Llegar a esta edad es motivo
de celebración: puede quedarte una década o más de calidad de
vida, y quienes tengan el sentido común de respetar la experiencia
valorarán tu visión de la vida.
Las personas sanas de más de
80 suelen conservar la inteligencia y la memoria, aunque es bastante
probable que se vaya produciendo un cierto declive cognitivo.
Mientras tu mente siga funcionando, y tengas cierto grado de
independencia, no sentirás la presión de buscar la felicidad fuera
de ti: con un poco de suerte y la actitud apropiada la encontrarás
en tu interior. Ya no te preocupara tanto tu aspecto y habrás
aprendido a vivir el presente.
Buscar el sentido,
propósito y significado de la vida
La vida tiene más sentido
cuando se tiene un propósito. El trabajo suelen ser uno de los
propósitos clave, pues aporta orientación y motivación. ¿Qué
otras cosas nos permiten llevar una vida plena y con sentido?:
Encontrar un camino y fijarse
metas globales para lo que queremos conseguir tiene un impacto muy
positivo en la esperanza de vida.
Haz
una lista de las actividades o los objetivos que dan sentido a tu
vida y te producen satisfacción. Puede ser desde pasar tiempo con la
familia o los amigos hasta pintar, practicar un deporte o una
manualidad, finalizar una tarea, ser miembro de una organización o
leer un libro. Si
tienes claro lo que te hace feliz, ahora te será más fácil
entender cómo pueden cambiar las cosas cuando te jubiles o como
mantenerlas.
Solemos encontrar sentido a
nuestra vida a través de dos vías: las actividades como propósito
y las experiencias valiosas. Las primeras están orientadas al futuro
ya que nos proponemos una meta que queremos conseguir. Progresar en
el trabajo puede ser nuestra meta clave durante muchos años. Las
segundas son más experimentales: incluyen amistades, relaciones o
familiares, y la apreciación de la estimulación sensorial, como por
ejemplo disfrutar de la naturaleza o las actividades al aire libre.
Es importante que sepas hasta
qué punto asocias tu propósito al trabajo; quienes son capaces de
encontrar sentido a otras cosas tienen más posibilidades de
experimentar la transición hacia la jubilación como un cambio
positivo que les permitirá dedicar más tiempo a las cosas que les
gustan. Quienes consagran su vida al trabajo probablemente
necesitarán más tiempo para adaptarse. Sea cual sea su caso, es
aconsejable empezar a priorizar las actividades no relacionadas con
el trabajo antes de llegar a la jubilación: si dejas que ocupen más
espacio en tu vida la transición será más fácil. Ello te
permitirá hacer con tiempo los ajustes prácticos y psicológicos
para ser feliz al jubilarte.
Marcarse objetivos
Al fijarse un objetivo debes
centrarte en el proceso y no en el resultado, y debes revisar tus
objetivos cada cierto tiempo.
La jubilación es una etapa
maravillosa para fijarse nuevos objetivos, pero muchas personas lo
hacen de forma que se ajustan a la imagen del jubilado feliz, y no
porque realmente les apetezca esto. Partir de cero no suele
funcionar, así que lo mejor es que comiences por aquello que te
interese y veas adónde te lleva, y que dejes que tus objetivos
evolucionen, por lo menos en la etapa inicial. Ten paciencia,
dispones de mucho tiempo para descubrir cuáles son los objetivos que
te satisfacen.
Reflexión:
¿Qué es lo que quiero
hacer realmente, de verdad?
Según Abraham Maslow,
“concentrarse en una tarea hace que nos organicemos para ser
eficientes tanto para nosotros mismos como con el entorno.” Esto es
especialmente cierto cuando la tarea a la que nos dedicamos es
autoconcordante y está alineada con nuestros intereses y necesidades
más profundos. En su última entrevista, Bill Moyers le pregunto a
Joseph Campbell, el estudioso de la mitología del siglo veintiuno,
si alguna vez había tenido la sensación de “que le ayudaban unas
manos ocultas”: Constantemente, es milagroso. Incluso tengo una
superstición que ha surgido como consecuencia de las manos
invisibles que siempre acuden en mi ayuda, que si sigues tus
instintos, inicias una especie de camino que siempre ha estado ahí,
esperándote, y que la vida que tendrías que vivir es la que estás
viviendo. Cuando puedes ver esto, empiezas a conocer a gente que
piensa como tú, y te abre las puertas. Yo digo: sigue tu instinto y
no tengas miedo, y las puertas se abrirán allí donde no sabías que
ibas a ir.
Como ilustra la investigación
sobre los objetivos autoconcordantes, la teoría de Campbell es mucho
más que una superstición. Cuando seguimos nuestro instinto, no solo
disfrutamos del trayecto, sino que además tenemos más éxito. Si no
tenemos una sensación clara y personalmente atractiva de dirección,
es muy probable que naveguemos sin rumbo fijo y que perdamos nuestra
auténtica personalidad. Cuando sabemos a dónde vamos y sabemos que
queremos ir allí de verdad, realmente nos resulta mucho más fácil
no salirnos de la ruta, mantenernos fieles a nosotros mismos.
La vida es demasiado corta
para hacer solo lo que tenemos que hacer; casi nunca es lo
suficientemente larga para hacer lo que queremos hacer.
Si tienes un objetivo:
-
Nuestra atención se centra en algo externo y por tanto tenemos menos espacio para "pensamientos" negativos.
-
Nos hace sentir menos egoísta y ver los problemas con una perspectiva más amplia.
-
Podemos entrar en un estado en el que "fluimos": la tarea nos absorbe por completo y el tiempo nos pasa volando. Cuanto más fluimos, mejor nos sentimos.
-
Favorece la confianza en nosotros mismos, que fomenta la autoestima y nos da esperanza.
Tener un sueño
Tener un sueño, podríamos
entenderlo como tener una visión, ya que implica un deseo y un plan,
es decir una intención que puede hacerse realidad si te lo propones
y te esfuerzas en ello.
Esta visión es la forma en
la que nos gustaría imaginarnos cómo llegaríamos a la jubilación.
Pero la realidad puede ser
distinta ya que nuestros pronósticos sobre el futuro casi nunca son
acertados. Pero tener la imagen de lo que sería nuestra jubilación
ideal sería muy motivador.
El secreto para vivir como
algo positivo la jubilación está en aprovechar al máximo y con
entusiasmo todas las oportunidades, en lugar de dedicarse a dejar
pasar el tiempo sin tener algo definido.
Así podemos ver hacia donde
ponemos nuestra balanza:
Una visión positiva:
-
Etapa nueva y excitante.
-
Liberación de la política de empresa, y más tiempo para los amigos.
-
Búsqueda de nuevos propósitos.
-
Liberación de tu tiempo.
-
Oportunidades para abordar asuntos domésticos.
-
Reducción de gastos.
Una visón negativa:
-
Etapa difícil de adaptación.
-
¿Echaré de menos a mis colegas de trabajo?
-
Pérdida de un empleo con sentido.
-
Pérdida de rutinas.
-
El trabajo como un modo de escapar de las tareas domesticas.
-
Ingresos reducidos.
Oteando el horizonte
La satisfacción natural por
el simple hecho de seguir vivo puede no ser suficiente. Pero si la
combinas con un poco de interacción y de relaciones sociales y de
intimidad, es muy posible que te sientas agradecido de que la
esperanza de vida haya aumentado en las últimas décadas. La falta
de energía no es algo tan importante cuando uno no tiene nada que
demostrar y ya no se enfrenta a la presión de cumplir plazos
exigentes.
El mayor puede acceder a un
nuevo periodo existencial que, con la presencia y la ternura activa
del entorno y de los seres queridos, valdrá como un despertar y
surgir de un nuevo ímpetu y de un nuevo deseo de existir.
He escuchado a Robert Misrahi
defender con fuerza esta idea de que deberíamos instruir a los
viejos a envejecer. “¡re-educarlos!” enseñarles que la vejez no
es un naufragio sino la ocasión de un verdadero renacer. Misrahi
imagina esta “re-educación” en tres niveles: el de la
creatividad, el de la alegría y el de la serenidad frente a la
muerte.
Todo eso se puede enseñar. Y
en lugar de invertir tanta energía en distracciones, con música
ruidosa y apariencias festivas que no ambicionan más que a “llenar
el aburrimiento de un tiempo vacío y pasivo”, mejor sería, dice,
invitar a los “sujetos mayores” a viajar con el pensamiento,
pensar su vida, escuchar música, leer, escribir, contemplar,
descubrir obras de arte, caminar, meditar. Resumiendo: ¡invitarles a
vivir! Algunos psicólogos lo hacen en las residencias. Buscan la
vida ahí donde se han refugiado, ahí donde todavía existe.
“con las personas muy
ancianas no tenemos otra elección que la de jugar a ser pescadores
de vida con nuestras cañas de pequeños placeres. Lo esencial de
nuestro trabajo consiste tal vez en sorprender a las personas con
aquello que ya no osan esperar”
¿Podemos aprender a liberar
a los sesenta, a los setenta o a los ochenta, una creatividad
escondida cuando no se ha hecho jamás en la vida? ¡Si! Jamás es
demasiado tarde para ir al encuentro de uno mismo, para liberar los
sentimientos o las emociones que siempre hemos contenido. No es jamás
demasiado tarde para desarrollar nuestra creatividad, recuperar
nuestra alma de niño, confiar en nuestra intuición. Maud Mannoni,
recordando la vejez de su esposo, escribió: “la vejez es un estado
de ánimo. Hay viejos de veinte años y jóvenes de noventa. Es una
cuestión de generosidad de corazón, pero también una forma de
conservar en uno mismo suficiente complicidad con el niño que
fuimos.
Existen muy buenos animadores
que ayudan a los ancianos a encontrar su alma de niño.
Así, Yves Penay, hombre
de teatro y director, organiza desde hace muchos años
talleres-teatro
destinados a ancianos. Una docena de personas entre sesenta y ochenta
y cinco años se encuentran todas las semanas, en cada uno de sus
talleres. Se trata sobre todo de mujeres. Al principio, la finalidad
es esencialmente ejercitar la memoria. Y luego, pronto, cada uno
comprende que lo que está en juego es mucho más importante. Yves
les propone, a través de escenas de su repertorio teatral, explorar
lo más auténticamente posible, las múltiples facetas de su
personalidad. Trabajo apasionante. Ve llegar a personas bastante
inhibidas que descubren, en el transcurso de las sesiones, recursos
que desconocían. Una, antigua secretaria de dirección, siente un
placer increíble interpretando el papel de una reina; otra, prudente
madre de familia, descubre la intensidad de la pasión. Yves asiste
así a una verdadera plenitud, a una ampliación del abanico de
emociones. ¡Nada como eso para mantenerse vivo!
Dice sobre ellos: “están
en una forma psíquica increíble y, como ya no tienen
responsabilidades profesionales o familiares y disponen de su tiempo
¡se diría que tiene la vida por delante!”, me explica. ¿Son
constantes?, le pregunté. “sí, como les propongo una
representación cada seis meses, a la que invitan a sus amigos, no
faltan al taller, incluso estando enfermos, recuerdo a uno que vino
con sus muletas después de una aparatosa caída.”
La edad no tiene ninguna
importancia si actuamos con corazón y pasión.
Se trata, por tanto, sugiere
Robert Misrahi, de enseñar una nueva sabiduría. No una resignación
estoica, sino una nueva mirada sobre la vida que se acaba. “la
vida del ser humano no está condenada al sufrimiento”, afirma,
sino predispuesta a la alegría, a la felicidad, a la serenidad. El
presente debe ser vivido por él mismo. Un presente de plenitud. Para
disfrutar el presente, el sujeto mayor tendrá que recobrar su
capacidad de dicha y de admiración”
Quiero finalizar este
artículo, con una carta que Jean Guitton. Filósofo y escritor
francés, escribió al final de su vida; que por cierto fue de 98
años; a quien había sido su médico de cabecera, el célebre doctor
René Biot. Extraído del libro de Enrique Rojas, "No te rindas"
Querido doctor Biot:
Cuando era un niño, me
gustaba, como a todos los niños, estar enfermo. Fue entonces cuando,
por primera vez, oí pronunciar aquella palabra que tantas veces
encontraría en mi vida como signo de gran dignidad: la palabra
doctor.
Tanto
para mí como para los otros niños, el doctor era el ser mágico por
excelencia: el ser que adivina, alivia y conforta; y, para alguien de
mi edad, aquél que se hallaba cerca del abuelo o de la abuela en el
momento del último respiro....
Lo que me acerco a usted; al
punto de haberse convertido en mi amigo; es el hecho de que, además
de médico, era usted un verdadero filósofo. Abrigaba la idea
contraria a la del famoso doctor Knock, de Jules Romains, a quien
había ido a aplaudir al teatro, según la cual todo hombre sano es
un enfermo que no sabe que lo es. Usted me ha enseñado, por el
contrario, que todo hombre que se lamenta de su sufrimiento es un
hombre sano que ignora serlo. Esta era, por otra parte, la teoría de
Hipócrates y de los grandes médicos chinos. Por lo tanto, su
convicción era la de que el médico es aquél que impide que uno se
enferme y al que ya no es necesario consultar, ni pagar, cuando se ha
caído en cama. El médico debe enseñarnos la higiene, es decir, el
arte de no enfermarse. Querido doctor Biot, usted enseña la
sabiduría de la que es necesario dar prueba para no estar nunca
enfermo. Ésta era su medicina y esta, también, su filosofía.
Otra de sus ideas era que el
cansancio no proviene de aquello que se hace. Lo que se hace, si se
realiza a fondo, con pasión y con toda el alma, no cansa nunca. Lo
que cansa es el pensamiento de lo que se hace.
{...] Nunca he olvidado su
consejo médico: "Cuando repose, repose a fondo; cuando se
distraiga, distráigase a fondo, y cuando como o beba, hágalo a
fondo igualmente...
Me citaba a menudo estas
palabras de Goethe: "Sufro por lo que no sucederá y tengo miedo
de perder lo que no he perdido".
Usted fue un precursor. Había
entendido; medio siglo antes que los demás; que la era en la que
entrábamos sería una era en la que los problemas de salud y de
equilibrio entre el alma y el cuerpo serían los principales
problemas. Antes que los otros intuyo que ninguna acción era buena
si no encarnaba un pensamiento, que todo pensamiento implicaba una
ética y que toda ética implicaba a su vez una filosofía superior o
una religión.
Su capacidad principal era la
de estar disponible a cualquier hora del día. Era devoto, gentil,
jovial. Ponía en todo esa mezcla de ironía y amor llamada
humorismo. Contra lo que podría creerse, el humorismo no está muy
lejos del amor: el humorismo es el amor oculto bajo el velo de la
ironía.
Al término de su visita,
usted escribía sobre un papel finísimo la receta: "Ninguna
cura porque no hay nada que curar". Un día, en la parte
inferior de la hoja, escribió: "Oportuno el uso de bastón".
Desde entonces el bastón no me ha abandonado nunca. Estaba usted en
lo cierto: el bastón es como un gentil compañero, mudo y dulce, que
me une al suelo.
Hoy, dado que el número de
mis años se acerca al siglo, me pregunto a veces cuáles son los
consejos que me daría para ayudarme a envejecer como se debe.
Entonces viene a mi mente dos
consideraciones suyas: "Envejecer significa tener todas las
edades". Y esta otra: "Envejecer significa ver a Dios más
de cerca".
Doctor, usted tiene razón.
BIBLIOGRAFIA:
Marie de Hennezel: La
suerte de envejecer.
ROJAS.
Enrique: No te rindas.
(2014). ED. Planeta.
GUITTON.
Jean: Mi testamento
filosófico. (1998). ED.
Encuentro.