(Parte 1)
Introducción:
"Nos hacemos mayores"
Profundizamos en nuestro mundo
interior, parar y reflexionar sobre nosotros, sobre nuestros
intereses, llegando a hacer un alto en el camino y empezarnos a
plantear si nuestra vida necesita un cambio, si esos sueños que
tengo me apetece que se cumplan.
Esto es lo que vamos a trabajar en
este proyecto, en esta búsqueda de uno mismo, acercarnos a
descubrir lo que nos lleva a ese cambio, cuáles son los factores,
tanto externos e internos, que nos llevan a él, con qué barreras
nos podemos encontrar, qué nos motiva a realizar el cambio, cómo
recuperamos viejos sueños de juventud.
Lo que hicimos en el pasado no lo
podemos cambiar en el presente, pero sí podemos comenzar a actuar
para modificar nuestro futuro. Podemos empezar hoy mismo decidiendo
algo, algo que, aunque no sea muy grande, sí nos valga y nos traiga
consecuencias para mañana.
“Cuando menos lo esperamos, la
vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje
y nuestra voluntad de cambio.”
PAULO COELHO
Pero
la máxima expresión de privación de autonomía se pone de
manifiesto cuando los hijos deciden, sin consultarlo con sus padres,
que éstos deben vivir en una residencia o centro geriatrico, porque,
a pesar de no sufrir ninguna enfermedad ni incapacidad, están muy
"mayores y solos", sin tener en cuenta otras alternativas a
la internación como el cuidado domiciliario, los centros de día,
etc. El ingreso en la institución marca el inicio de un proceso
creciente de pérdida de independencia personal. Los residentes
deben:
-
Someterse a normas institucionales y de convivencia como horarios de comida, de descanso, de recreación, etc.
-
Compartir lugares comunes, hasta los dormitorios, con personas desconocidas.
-
Resignarse a la pérdida, no solamente de su hogar, sino de todos los objetos que lo conformaban: muebles, plantas, animales, etc.
-
Separarse de sus amigos, vecinos, familiares.
-
Muchos son despojados de sus bienes por sus apoderados que se apropian de sus ingresos mensuales o de sus propiedades.
Dentro
de la institución es muy reducido el margen de opciones y son
escasos los estímulos para fortalecer la independencia: no se
cocinan, no se lavan la ropa, no limpian, ni reparan, ni mantienen el
lugar de residencia. Otros, lo hacen por ellos: Hay personal
capacitado para realizar todas las tareas, incluido su propia higiene
y aseo. Es tan significativa la relación de dependencia que genera
la institucionalización que los residentes, en muchos casos y una
vez que se adaptan, son resistentes a las salidas a la casa de
familiares o a los paseos programados por la institución, y sólo
recién cuando regresan, vuelven a sentirse seguros.
Debo
dejar claro además, que
me estoy refiriendo en estos casos sólo a los mayores que pierden su
autonomía, por enfermedad tanto física, (problemas de movilidad) o
psíquica, (Demencia, alzhéimer) pero esto no significa que todos
los adultos mayores sufran el mismo fenómeno. Por el contrario, hay
personas que siguen ejerciendo plenamente sus derechos y aún cuando
hayan sufrido una pérdida de autonomía sobre el control de su
cuerpo, son respetadas y consultadas en sus deseos y decisiones. Esta
es una actitud ante el propio envejecimiento por parte del mayor y,
ante la vejez en general, por parte del grupo familiar y social del
entorno más próximo, que consideran a esta etapa como una etapa más
de la vida, de la cual nadie está exento, y que debe ser vivida con
la dignidad que corresponde a todo ser humano.
Los
seres humanos conocemos lo que somos a través de la visión que los
otros tienen de nosotros. La forma en que se caracteriza a los
adultos mayores, contribuye en gran medida a crear la situación y
condiciones sociales en las cuales éstos viven. Cada sociedad crea
un cristal a través del cual tiene una determinada visión de la
realidad. En nuestra sociedad capitalista, donde la productividad es
la medida del valor de la persona, los viejos como no producen ni
consumen, pierden valor y, como consecuencia, pierden poder. En
nuestra cultura posmoderna, que exalta la juventud, la belleza
exterior y la vertiginosidad, los mayores ocupan en la escala social
el último lugar.
En
definitiva, es el medio social el que crea la imagen de la gente
mayor a partir de sus normas y de los ideales y valores que persisten
en cada época. Y los ancianos asumen el papel que se les asigna
desde los medios de comunicación, desde las instituciones, desde los
profesionales que trabajan por su bienestar y desde la opinión
general; y cumplen este mandato, porque es lo que se espera de ellos.
Si la creencia es que ellos no pueden, no deben, no saben hacer,
pensar, decir y sentir determinadas cuestiones, ellos terminan
convencidos de que es así y que es más conveniente delegar las
decisiones en los adultos.
La
imposibilidad de ejercer el derecho de decidir sobre la propia vida
significa no poder decidir dónde vivir, con quién vivir, cómo
vestirse, qué comer, a dónde salir, cómo administrar el dinero,
planificar el futuro, hablar sobre lo que se desea y llevarlo a cabo.
Es decir, que no decidir sobre la propia vida implica no ejercer los
derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida, a la libertad,
el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento, el derecho a
la privacidad, a la sexualidad, a la educación.
Pero, desafortunadamente, las
barreras que se imponen a los adultos mayores para ejercer estos
derechos no son vistas como violaciones a los derechos humanos. Se
despoja a los mayores de ciertas necesidades y capacidades humanas,
como por ejemplo la sexualidad, la creatividad, el aprendizaje, etc.
Esta actitud con los viejos está instalada y naturalizada en casi
toda la sociedad. Y desnaturalizarla es uno de los objetivos de la
educación para el envejecimiento.
Tener suerte o no depende de algo
más que la mera casualidad. Con frecuencia, las personas que han
triunfado comparten actitudes parecidas, como la perseverancia, la
confianza en sí mismos, el optimismo, la ambición y el sentimiento
de frustración. La forma de percibir nuestras circunstancias, así
como las de crear y aceptar las oportunidades, depende en gran medida
de lo que esperamos de nosotros mismos.
Las aptitudes no llegan a hacerse
patentes a menos que tengamos la oportunidad de utilizarlas. La
consecuencia, desde luego, es que puede que nunca descubramos nuestro
verdadero proyecto. Depende mucho de las oportunidades que tenemos,
de las que creamos, de si las aprovechamos y de cómo lo hacemos.
Todos
los miembros de la sociedad debemos reconocer esta situación porque
todos somos responsables de su reproducción, y los adultos mayores
deben ser conscientes de que son objeto de esta discriminación y
adoptar una posición de crítica y cuestionamiento a esta actitud,
porque son ellos los que mejor pueden asumir una defensa activa de
sus derechos. Para que esto sea posible, los trabajadores del campo
de la Gerontología debemos generar las condiciones externas e
internas en los grupos de adultos mayores y en el resto de la
sociedad para promover este debate.
No sabemos cómo será el futuro,
pero el único modo de prepararse para él es sacar el máximo
provecho de nosotros mismos, en la convicción de que al hacerlo
seremos todo lo flexibles y productivos que podamos llegar a ser.
Todos tenemos habilidades e
inclinaciones que pueden servirnos de estímulo para alcanzar mucho
más de lo que imaginamos. Entender esto lo cambia todo.
Perspectivas que nos depara el
hacernos mayor:
Podemos seguir
un plan para el cambio:
-
pensar y visualizar cómo me gustaría que fuera mi vida.
-
visualizar las situaciones que no nos gustan, las que quisiéramos cambiar.
-
visualizar alguna situación donde usted haya tomado las riendas y lograra cambiarla en su favor.
-
Motivación: ver si me apetece el esfuerzo y cómo afectaría a mi vida. No cambie solo por cambiar, piense sobre ello.
-
Acción: ¡ya, póngase en marcha!
“Lo que lamentamos no es lo
inalcanzable, sino lo alcanzable no alcanzado”.
El
día a día
“Entre
envejecer en casa, con una vejez que se presenta difícil, o la de
que sólo me planteen como alternativa la residencia, tan temida para
muchos, está el compartir con quien quiera, o como yo quiera, mi
tiempo y mi vejez; quiero empezar desde ahora mismo e ir marcando
mis tiempos y mis ideas sobre lo que deseo y juntarme con quien
piensa igual o parecido a mí.”
Nos obligan a ir por un carril,
igual que un tren. Sin salirse del trazado. Mucha gente quiere vivir
de otra manera, pero cree que no se puede. Y sí, se puede. Incluso
en la mitad de la vida es posible empezar un nuevo camino.
Tres son los factores clave que
conducen al éxito: estar dispuesto a hacer sacrificios, asumir
ciertos riesgos y poseer visión de futuro.
Quiero buscar
maneras, acuerdos donde un grupo de personas creen vínculos y con el
tiempo estén capacitadas a compartir unas normas de vida, de
convivencias para hacer más llevaderas las actividades diarias. Es
decir crear un entorno que sea amigable y comprometido.
Creo en el
grupo, en la fuerza que tiene, en la ayuda emocional que puede
provocar para que las personas permanezcan activas realizando las
actividades con las que se encuentren a gusto. Donde se promueva una
convivencia de respeto y buenas normas. Donde se participe de manera
activa, crítica. Donde abunde una buena comunicación, basada en la
empatía, donde tengamos la libertad de ser asertivos.
Debemos llegar
a convivir en comunidades donde la ética de unión debería ser el
respeto
y la solidaridad.
Comunidades donde seamos activos y donde todos participen, donde se
excluya todo tipo de manipulación animando a todos los miembros del
grupo a que sean protagonistas. Donde los ritmos los ponga cada uno.
Pertenecer a
un grupo y participar en su actividad llevará a que surjan
inquietudes y necesidades que les motivará para el buen desarrollo
de sus tareas. Esto provocará que el grupo llegue a un compromiso
colectivo que hará mejorar sus situaciones personales y sociales de
cada uno de sus miembros creando una especie de contrato de
solidaridad entre todos.
Dar paso a la generación
inconformista
Debemos prepararnos para recibir a
los años, para ocupar nuestro puesto de mayor. Prepararnos para
conocer lo que nos viene encima y sepamos que incluso puede ser
bastante desesperanzador. No debemos depender de nadie, tenemos edad
para saber lo que nos conviene y cómo querer vivir a partir de
nuestra jubilación.
Es nuestra generación a quien
corresponde descubrir una nueva manera de envejecer.
Muy pronto nos vendrá la
jubilación: “Es tiempo
de ruptura, transformación y cambio. Entraña pérdidas y riesgos,
pero también compensaciones y logros. Se pierde poder y prestigio
social aparente, se gana libertad personal y autogobierno. Disminuye
la aceleración en la acción, aumenta la contemplación y la
profundidad interior. Hay menos vértigo en el trabajo, menos estrés
y preocupaciones apremiantes, y con ello la oportunidad de ampliar la
visión serena de las cosas, la benevolencia y la comprensión de la
condición humana”.
Quiero hacer una pequeña reflexión
y para ello voy a partir de unas ideas de Belando con las que voy a
conectar y deciros hacia dónde debe ir dirigido nuestro futuro,
tanto como educadores como personas que van a llegar a la vejez:
(Belando, 2000:37:38). Destacamos
las siguientes:
La persona que envejece debe
desarrollar estrategias de afrontamiento constructivas para tener un
envejecimiento saludable, pero dichas
estrategias deben estar presentes en etapas anteriores de la vida;
de otro modo seria difícil su adopción, aunque no imposible, pues
el ser humano es susceptible de perfeccionamiento y puede adquirir en
esta etapa hábitos saludables de vida.
Tener vínculos de intimidad,
afecto y cariño,
no solamente con la pareja y la familia, sino con los amigos y otros
grupos.
Se ha comprobado que el grado de
organización y complejidad del comportamiento diario de una persona
es un aspecto que influye en la longevidad. El
adulto mayor cuando se jubila debe tener un proyecto de vida y
reestructurar su tiempo y su espacio haciendo que sean de vitalidad
personal (Escarbajal,
1994). el educador debe
reforzar en la persona mayor los hábitos y conductas enmarcadas en
un alto nivel de organización. Puede resultar muy beneficioso que el
anciano realice una planificación de sus actividades diarias.
Buscar nuevas metas, nuevos
motivos de satisfacción
y orgullo, es un medio para conseguir ser feliz en esta etapa de la
vida. “Saber envejecer
es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos
del gran arte de vivir. Anclándose en el pasado, solo se conseguirá
frenar el desarrollo y acelerar la decrepitud.
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