Introducción
La humildad consiste en aceptarnos tal como somos, con
defectos y virtudes, sin hacer alarde de nuestras posesiones materiales o de gran conocimiento intelectual.
Una persona humilde conoce sus propias limitaciones y debilidades y actúa de acuerdo
a ello.
Podría decirse
que la humildad es la ausencia de soberbia. Es una característica propia de los
sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás,
independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida.
La palabra
humildad también puede utilizarse como sinónimo de pobreza, de falta de
recursos. Esto se puede apreciar en las frases “una persona humilde” o “un
barrio humilde”. Cabe mencionar que este uso suele tener una connotación positiva.
Las religiones
suelen asociar la humildad al reconocimiento de la superioridad divina; todos
los seres humanos son iguales ante los ojos de Dios y deben actuar en
consecuencia. Pera el budismo, la humildad es la conciencia respecto al camino
que se debe seguir para liberarse del sufrimiento.
Desde la filosofía,
Inmanuel Kant afirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que
brinda una perspectiva apropiada a la moral.
La humildad no es un concepto, es una conducta,
un modo de ser, un modo de vida. La humildad es una de las virtudes más nobles
del espíritu. Los seres que carecen de humildad, carecen de la base esencial
para un seguro progreso. Las más bellas cualidades sin humildad, representan lo
mismo que un cuerpo vacio, un cuerpo que no posee alma.
La humildad es signo de fortaleza.
Ser humilde no significa ser débil y ser soberbio no significa ser fuerte,
aunque las personas lo interpreten de otra manera. Por el contrario, nos aporta
lucidez y una fuerza particular para ver las cosas en toda su realidad. Bien es
cierto que en ocasiones puede ser complicado llegar a ver cuál es la verdadera esencia
de nuestras vidas.
La
humildad nos hace humanos, pues consiste en ser conscientes de nuestras
limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más
exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría
de aceptar nuestro nivel real evolutivo.
Tu
bienestar, tu familia y tú seréis siempre lo más importante. La humildad debe
practicarse cada día, y el mejor modo de hacerlo es mediante unas sencillas
preguntas ¿Qué es lo
que me hace verdaderamente feliz? ¿Qué es lo que no desearía perder? ¿Qué es lo
que podría hacer para conseguir o mantener aquello que quiero?
La humildad en las
pequeñas cosas
Las personas
humildes no se vanaglorian de sus éxitos. Practicar la humildad es un ejercicio
diario que se mueve con la responsabilidad de hacer las cosas bien, de
comprometerse, de hacer lo que toca y lo que es necesario.
Las cosas
pequeñas son las que tejen los actos verdaderamente importantes, esos códigos
sencillos que tanto nos aportan: una sonrisa, una palabra, un gesto de empatía…
aspectos que se instalan en nuestra memoria y que nos aportan la verdadera
felicidad.
Saber escuchar,
saber entender los silencios, ser receptivos, cercanos, cómplices y sinceros,
son características que definen a las personas humildes. Esas que tanta
confianza nos aportan y donde deberemos buscar a los verdaderos amigos.
El valor de
la humildad no requiere objetos materiales, ls dimensiones intangibles son casi
siempre las que nos aportan verdadero bienestar, verdadera felicidad. Y es aquí
donde reside la verdadera calidad de vida… en las cosas sencillas.
¿Qué tal si la ponemos
en práctica?
"Un
arrebato de orgullo se disipa como una bruma matinal en quien sabe ser
humilde"
Dilgo
Kiyentse Rimpoche
La noción de humildad está demasiado
asociada al menosprecio de uno mismo, a una falta de confianza en nuestras
capacidades, a la depresión ante nuestra impotencia, incluso con complejo de
inferioridad o a un sentimiento de indignidad. Ello supone subestimar
considerablemente los beneficios de la humildad, pues, si la suficiencia es
patrimonio del necio, la humildad es la virtud fecunda de quien calibra todo lo
que le falta por aprender y la extensión del camino que todavía debe recorrer.
Se dice que la humildad es una gran
virtud, y que implica un conocimiento de las propias limitaciones y debilidades
que acompañan a nuestras aptitudes y/o virtudes. Es algo así como el contrapeso
de nuestras ambiciones, aspiraciones, deseos, metas y propósitos. Igual que en
Física la fuerza centrípeta “equilibra” y posibilita una trayectoria circular
ajustada, la humildad equilibra otras fuerzas de la Naturaleza humana como la
codicia, la necesidad de poder, la ambición o la adicción al éxito.
Los humildes no son personas
bellas e inteligentes que se afanan en convencerse de que son feas y tontas,
sino seres que hacen poco caso de su ego. Puesto que no son el ombligo del
mundo, se abren a los demás y se sitúan en la correcta perspectiva de la
interdependencia.
Hay quien dice que la humildad,
sencillamente, consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás
descubrirlas por sí mismos. Es cierto, pero la dimensión de la humildad va
mucho más allá.
Se trataría en primer lugar de una sencilla
invitación a ver nuestras limitaciones y a saber reconocerlas. Para aprender, por ejemplo, primero hemos de asumir nuestro desconocimiento
mediante el cual, asentar esos nuevos aprendizajes, esas nuevas experiencias.
Si aceptamos nuestros propios
límites tomaremos conciencia de todo aquello que nos queda por hacer o
aprender. Quien cree que ya lo sabe todo no irá más allá, la soberbia
engulle a la humildad y origina personas engreídas a la vez que resentidas.
Ser humilde no es ser
débil o ingenuo, al contrario, nos aporta lucidez y una fuerza particular para
ver las cosas en toda su realidad.
El humilde no tiene nada que perder
ni nada que ganar. Si lo alaban, considera que es una alabanza de la humildad como
tal, no de él. Si lo critican, considera que expones sus defectos a la luz del
día es el mejor regalo que se le puede hacer.
La humildad es también una actitud
esencialmente dirigida hacia los demás y su bienestar. Estudios de psicología
social han demostrado que las personas que se sobreestiman presentan una
tendencia a la agresividad superior a la media. Asimismo, se ha observado una
relación entre la humildad y la capacidad de perdonar.
Humildad desde la psicología positiva:
Dentro
de las 24 fortalezas de la Psicología Positiva tenemos la humildad. Quienes la
poseen no necesitan llamar la atención, simplemente dejan que sus hechos hablen
por ellos. No se creen especiales ni son pretenciosos, los demás valoran esto.
Las personas humildes consideran sus propias aspiraciones, sus victorias y
derrotas como situaciones sobre las cuales no hay que alardear. Estos sujetos
se caracterizan por la ausencia de preocupación propia, una sensación de que
nadie es mejor ni peor y que ninguna persona es el centro de atención.
Entre
sus características también encontramos que la persona humilde es capaz de
tener una perspectiva que busca el beneficio de todas las partes involucradas
en una situación, mejora las relaciones interpersonales, y quien es humilde
siente un grado de conexión muy importante con todos.
La
humildad nos permite evaluar nuestras fortalezas y defectos de manera
apropiada, son personas con mentalidad abierta hacia quienes piensan de un modo
distinto, no intentan imponer su punto de vista.
La
humildad surgiría de un sentimiento interno de seguridad, de un ser consciente
de su valor como ser humano, sentimientos que aparecerían gracias a relaciones
estables donde se sintió muchísimo amor, contención y seguridad. Los niños
aprenden la humildad observando a sus modelos a seguir, como padres, maestros,
héroes.
Christopher
Peterson y Martin Seligman, nos dicen que las personas
humildes no les importa dominar a los otros ni impresionarlos, ni tampoco sacar
beneficio de ellos.
La
humildad como toda fortaleza es algo que se puede aprender o potenciar, podemos
ponerla en práctica cuando dejamos de lado la necesidad de siempre tener la
razón y nos mostramos receptivos a los argumentos de nuestros interlocutores,
cuando no tratamos de sobresalir a costa del trabajo de los demás, cuando
aprendemos a valorar la ayuda que otras personas nos dan. Cuando en vez de
hablar demasiado nos ponemos a hacer cosas. Cuando aprendemos a evaluarnos de
manera justa, sin menospreciarnos ni tampoco exagerando nuestras virtudes.
Paradójicamente, la humildad
favorece la fortaleza de carácter, el humilde toma sus decisiones de acuerdo
con lo que considera justo y lo mantiene sin preocuparse ni de su imagen ni de
la opinión de los demás.
La humildad en
una persona, son las demás personas quienes la ven, nunca uno mismo. Ser
humilde es reconocer nuestra verdadera
esencia, más allá de nuestro ego. Solo cuando accedemos al núcleo de nuestro
ser sabemos que no somos lo que pensamos, decimos o hacemos, Tampoco lo que
tenemos o conseguimos, por eso las personas humildes siendo de grandes valores y llenos de sabiduría,
pasan desapercibidas.
La humildad se traduce también en un
lenguaje corporal desprovisto de altivez y de ostentación. El humilde no mira
nunca por encima del hombro.
Seamos
agradecidos, aprendamos a admitir cuando nos equivocamos y no tengamos miedo de
pedir perdón. La humildad es una fortaleza interesante, ¿Puede ser la tuya?
Videos:
Artículo de periódico
http://elpais.com/elpais/2014/07/11/eps/1405089927_286258.html
Un artículo muy bien explicado! Felicidades
ResponderEliminarLa humildad, además, si se consigue, proporciona una gran paz.
ResponderEliminar¿QUIERES VER A DIOS?
ResponderEliminar¡LEE ESTO!
Las tres cosas que te alejan y
Las tres que te acercan a Dios
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Las tres que te acercan a Dios
- Ama a tu prójimo como a ti mismo
- Aprende a perdonar y
- A ser humilde
Eternamente
Joaquín Gorreta Martínez 62 años