Me gustaría trasmitiros la idea de Comunicación, no desde el punto de vista profesional, que todos conocemos y del cual se han escrito montones de libros, ensayos y artículos. Las empresas gastan una partida considerable en impartir cursos enfocados a las ventas, negociación, persuasión, escucha activa, maneras de llevar acabo reuniones, etc.…
Quisiera trasladaros la comunicación al ámbito de persona a persona, enfocada desde dos puntos. El primero hablar y escuchar desde el corazón: Tenemos necesidades de contar, de abrir nuestro corazón, necesitamos sentirnos bien, y eso nos lo da la confianza de tener cerca a las personas que queremos y en las cuales confiamos. Queremos sentirnos escuchados, que nos arropen con palabras, con la mirada, con estar a nuestro lado. Ello requiere, como en toda comunicación, unos pasos y una manera de comportamiento. Ese es el camino para mí, de escuchar con el corazón.
El segundo desde la reflexión, poniendo una actitud positiva en la comunicación: Todos necesitamos amar y ser amados. Por falta de conocimiento experimentamos dolor, malentendidos y nos herimos unos a otros. En las relaciones de pareja, en las relaciones con nuestros hijos, con nuestros compañeros del trabajo, con nuestros empleados y jefes.
Es posible crear y mantener relaciones armónicas en las que todos nos podamos sentir satifechos y profundamente acompañados.
Debemos evitar muros, incomprensiones, para ello debemos hacerlo desde una actitud positiva a la hora de escuchar y hablar, ponernos en el lugar del otro y tener la oportunidad de explicar nuestro punto de vista. En esta segunda parte pongo tres autores como ejemplo.
Aprender a escuchar desde el corazón:
Se hace notar la diferencia entre oír y escuchar. Oír es sólo usar ese maravilloso sentido que nos hace situarnos en el mundo que nos rodea. Escuchar tiene un especial sentido de prestar atención, de atender. Puede ser que oigamos, pero que no estemos escuchando. Escuchar implica un compromiso con el que nos habla.
Escuchar significa estar ahí, percibir lo que el otro dice y lo que no dice, y lo que quiere decir.
La atención es la clave de una verdadera escucha, no analizamos ni manipulamos.
Escuchar atentamente es dejar terminar de hablar y hacer pausas las cuales ayudan a no hacer juicios precipitados y a no reaccionar antes de tiempo o de una manera brusca.
Escuchar es el fundamento de toda relación humana y es una prueba de estima y de respeto hacia alguien. Sin hablar de que el hecho de escuchar también permite desactivar muchos sufrimientos psicológicos.
No sabemos y no queremos escuchar. A nuestro alrededor está toda esa gente que tiene necesidad de ser escuchada. Todos necesitamos ser escuchados.
La escucha consciente implica que cuerpo y mente trabajan juntos para comunicarse. Es más, no se trata solo de escuchar atentamente, sino de ver, oír y sentir con todo tu ser. Prestar atención al mensaje, ya sea verbal o no verbal, implica percibir con la mayor claridad posible y la experiencia de quien te habla.
Habilidades para escuchar desde el corazón:
• Acoger con educación y sensibilidad al que nos habla.
• Recibir las palabras con sumo cuidado, interpretar todo el mensaje (palabras, gestos y expresiones faciales) de forma no sesgada.
• Darle tiempo, no mostrar impaciencia. En ese momento, él es lo más importante de lo que estamos haciendo.
• Retener la información para poderla utilizar en el futuro.
• Mantenerse atento al mensaje siempre que se desee y tener en cuenta que escuchar es un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo.
• Aprender a escuchar con tolerancia, comprensión y mucho amor.
• Preocuparse de lo que uno dice, poniendo todo el cuidado en que el mensaje sea exacto y atendiendo a las posibles interpretaciones que tus palabras puedan sugerir.
• Animar al interlocutor a hablar con el corazón en la mano y a exponer todas sus ideas sin reprimirse. Esto hace que quien habla se sienta valorado y respetado.
El objetivo, cuando una persona se confía, no es interrogarla o verla como una fuente de información planteándole preguntas, si no simplemente aportarle un oído atento, para hacerle verbalizar lo que siente y permitirle, poco a poco, aprender a escucharse a sí misma y a encontrar su propio camino. Se trata de una aproximación centrada en la persona, y no en su problema, desarrollada por el psicólogo Carl Rogers, y utilizada por muchos psicólogos, psicoanalistas y otros especialistas en ciencias humanas.
También debemos hablar de la empatía, que consiste en ponerse en el lugar del otro para comprender mejor lo que siente, pero sin sufrir con él. Esto sirve justamente para mostrar a la otra persona que comprendes lo que dice y que puede confiar plenamente en ti.
La escucha es una actitud psicológica difícil porque exige olvido de uno mismo y apertura atenta y gratuita hacia el otro. Escuchar significa dirigir mi atención hacia el prójimo y entrar en su ambiente de interés y en su marco de referencia. La escucha, diligentemente practicada, supone una acumulación progresiva de sabiduría y de enriquecimiento psicológico. Escuchar quiere decir recibir del otro, después de haberle dado lo mejor de uno mismo: la atención afectuosa.
El silencio no es simplemente callar. Es saber añadir a ese callar un plus de atención y de receptividad. El silencio respetuoso y acogedor implica saber adentrarse en el interior del otro y comprender su problema. Es una actitud terapéutica que siempre resulta muy útil tanto para el que la ejercita como para el que recibe su beneficiosa influencia.
Me gustaría invitaros a leer un artículo muy relacionado con escuchar desde el corazón, es sobre el consuelo.
Poner una actitud positiva en la comunicación
“El ser humano no ve la realidad tal como es, sino como la imagina a través de sus prejuicios.”
Las personas deben Intentar intercambiar su punto de vista, dejar de lado su posición e intereses y tratar de entender al otro poniéndose en su lugar.
Tomar conciencia y cuestionar sus prejuicios con relación a la otra persona y no permitir ocasionar ruidos en la comunicación.
“Aprenda a escuchar: debajo de cada palabra hay otra palabra” Alejandro Jodorowsky
Tratemos de buscar que las personas se comuniquen entre sí de manera efectiva, que aprendan a expresar con claridad a partir de sus observaciones, sentimientos, necesidades y pedidos; de un modo que evite el lenguaje que juzga o manipula a los otros.
Mucha gente centra su atención en lo que va a decir después de que termine de hablar la otra persona. Ni siquiera intentan comprobar lo que creen haber oído y, mucho menos reconocer el tono o los matices emotivos. Se trata de errores fundamentales a la hora de emplear esta habilidad básica. Con independencia de los estudios que haya cursado o de su experiencia, usted debe aprender a escuchar.
Barreras de la comunicación:
Entendemos como barreras las distracciones, prejuicios, juicios valorativos e ideas preconcebidas que afectan a una persona y a la validez de su mensaje.
Mirar hacia nuestro interior y ser consciente de las barreras que creamos entre nosotros y los demás suponen el primer pasó a la hora de mantener la actitud mental característica de un buen oyente.
Estas barreras serían algo parecido a un filtro que deja pasar tan solo ciertas ideas o palabras, al mismo tiempo que excluye todos aquellos mensajes que nos resultan desconocidos o incómodos. Por lo tanto, únicamente recibimos partes del mensaje, aquellas piezas que podemos encajar sin esfuerzo en nuestro sistema. Estas percepciones sesgadas provocan dolor e infelicidad.
Pensamos en nuestros problemas y en cómo responderemos a la persona que nos habla. En cuanto alguien termina de hablar, nos precipitamos a opinar. O lo que es peor, le interrumpimos antes de que haya concluido.
Schein, se lamenta de que “...interrumpir a los demás es uno de los comportamientos de comunicación más comunes y destructivos. La mayoría de la gente suele tener poca conciencia de cuán frecuente y groseramente interrumpe a los demás, convencida de que tiene que decir algo más importante que aquello que va a decir el que estaba hablando”.
Filtros emocionales:
En diferentes grados y de muy diferentes maneras, nuestras emociones afectan a la capacidad de escuchar. Las emociones actúan como filtros a la hora de escuchar, a veces nos producen “sordera” y, en otras ocasiones, ayudan a realizar fácilmente la escucha.
Si oímos algo que va en contra de nuestros más arraigados prejuicios, convicciones, costumbres o complejos “mentalmente planificamos una refutación de lo que oímos”.
Cuando las emociones hacen que escuchar sea demasiado fácil, normalmente se debe a haber oído algo que respalda los más arraigados sentimientos internos que albergamos, y por lo tanto nuestras facultades críticas quedan fuera ante el empuje de nuestras emociones.
¿Cómo debemos actuar ante los filtros? El principal objetivo mientras escuchamos es comprender cada punto expuesto. Debemos reservar nuestra opinión hasta que el hablante haya terminado.
Si buscamos las ideas que puedan demostrar que estamos equivocados, así como aquellas que podrían demostrar que estamos en lo cierto, entenderíamos mejor lo que las personas nos quieren decir.
Beneficios del saber escuchar:
• Eleva la autoestima del que habla, pues le permite sentir que lo que dice es importante para el que lo escucha y, con esto, la comunicación y la interrelación se hacen más fluidas, respetuosas y agradables.
• Permite al que escucha identificar intereses y sentimientos del que habla y, de esta forma, puede ser más efectivo en la comunicación con su interlocutor.
• Se reducen las potencialidades de conflictos por malas interpretaciones en las comunicaciones.
• Se aprende de los conocimientos y percepciones del otro.
• Amplía el marco de referencia, cultura e intereses del que escucha.
• El que escucha con atención, proyecta una imagen de respeto e inteligencia. Seguramente todos hemos escuchado la expresión “que inteligente es Fulano, con qué atención te escucha cuando le hablas”.
Impacto que causa el hecho de saber escuchar:
• Escuchar es, en primer lugar, callar.
• Escuchar es dejar a un lado tus preocupaciones personales.
• Escuchar es rechazar pensar en el lugar del otro.
• Escuchar es olvidar todo juicio de valor.
Hay una máxima oriental que dice: “nadie pone más en evidencia su torpeza y mala crianza, que el que empieza a hablar antes de que su interlocutor haya concluido”.
Saber hablar es un arte que implica, a su vez, saber escuchar. Saber articular adecuadamente la palabra y estar atento a la que el interlocutor pronuncia.
¿Qué piensan algunos autores?
Stephen Covey:
En su libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” sugiere que nuestro objetivo debería ser “escuchar primero para comprender después”. Un buen oyente se ve a si mismo como un receptor: no desea imponerse a quien le habla si no dejar que las palabras del interlocutor fluyan hacia él. Si el oyente se deja llevar por sus prejuicios e intereses, éstos encubrirán el contenido del mensaje y la intención del hablante. Ésta es la diferencia entre una escucha egoísta centrada en unos objetivos y una escucha paciente y desinteresada. A ninguna persona inteligente le cuesta distinguir cuando le escuchan simplemente para conseguir algo, o cuando el objetivo es forjar una buena relación.
“Intenta primero entender y luego que te entiendan a tí”
En su libro “Busca en tu interior” le dedica un capítulo a la comunicación y habla de Conversaciones difíciles y nos dice sobre ellas:
Conversaciones difíciles:
Saber manejar una conversación difícil es una habilidad muy útil. Suele llevarse a cabo en cinco pasos:
1. Prepararla pasando por las “tres conversaciones”. Toda conversación comprende otras tres: la conversación sobre el contenido (¿Qué ha pasado?), la conversación sobre los sentimientos (¿Qué emociones están implicadas?) y la conversación sobre la identidad (¿Qué dice esto sobre mí?) es decir, primero si ¿soy competente?, segundo ¿si soy buena persona? Y tercero ¿soy digno de amor?
2. Decidir si debemos sacar el tema. Hay que ver si es productivo o no, sacar el tema de conversación. A veces lo más correcto es no sacar el tema. Y si decidimos sacarlo, debemos hacerlo de un modo que nos lleve a un aprendizaje y a una solución constructiva.
3. Comenzar por la “visión de un tercero”. Es el relato de lo ocurrido desde la perspectiva de una parte no interesada pero que está al corriente de la situación en su conjunto. Es la más objetiva y la que ofrece más posibilidades de encuentro con la otra parte. Podemos usarla para resolver la situación entre todos.
4. Explorar su historia y la nuestra.
5. Resolver el problema. Debemos tratar de encontrar soluciones que respondan a los intereses y preocupaciones fundamentales de las dos partes. Hay que ingeniárselas para mantener abiertos los canales de comunicación y no descuidar los intereses de las dos partes.
Rosenberg, Marshall:
En su libro “Comunicación no violenta” nos dice: “los juicios que hacemos sobre otras personas son expresiones alineadas de nuestras propias necesidades insatisfechas.”
Cuanto más directamente conectemos nuestros sentimientos con nuestras necesidades, más fácil será que los demás respondan a ellas de forma compasiva.
Si expresamos nuestras necesidades es más probable que podamos satisfacerlas:
“la experiencia nos muestra una y otra vez que desde el momento en que las personas comienzan a conversar sobre qué necesitan, en lugar de hacerlo sobre sus mutuos defectos, aumenta en gran medida la posibilidad de que encuentren maneras de satisfacer sus necesidades”.
Rosenberg nos dá cuatro componentes para que se lleve a cabo una buena comunicación y no existan malas interpretaciones o problemas posteriores:
Observación:
Observamos lo que ocurre en una situación dada, lo que dicen o hacen los demás. ¿Sirve o no sirve para enriquecer nuestra vida? Lo importante es que cuando expresemos algo, no incorpore ningún juicio o evaluación.
Sentimiento:
Luego, comprobamos como nos sentimos. ¿Estamos dolidos, asustados, alegres, irritados o divertidos?
Necesidad:
En tercer lugar, decimos cuales de nuestras necesidades guardan relación con los sentimientos que hemos identificado.
Petición:
Una vez reflexionado hacemos nuestra petición.
Y para terminar, un ejemplo práctico de estos componentes que Rosenberg nos dá en su libro:
Una madre dice a su hijo adolescente: “Luis, me molesta ver dos calcetines sucios hechos una bola debajo de la mesita del café y otros tres al lado del televisor, porque estoy necesitando más orden en las habitaciones de la casa que compartimos.”
Acto seguido la madre abordaría el componente número cuatro, que es una petición muy específica: ¿estarías dispuesto a recoger los calcetines y llevártelos a tu habitación o meterlos en la lavadora? Este componente se preocupa de lo que esperamos que realice la persona para que ambos salgan enriquecidos.
Z. SHAFIR. Rebecca: El arte de escuchar. (2001). ED. Grijalbo
MARSHALL. Rosenberg: Comunicación no violenta: Un lenguaje de vida. (2006) ED. GRAN ALDEA.
MENG TAN. Chade: Busca en tu interior. (2012). ED. Zenith.