El sosiego es
una vivencia enriquecedora de la que puede gozar las personas. Es una energía
de quietud, calma, bienestar y disfrute inspirador y revelador. No solo es
ausencia de agitación, ansiedad o inquietud, sino una experiencia profunda que
nos conecta con el ser interno. Es como una medicina, que nos disipa las
tensiones y preocupaciones, nos centra y nos equilibra, nos otorga armonía y
calma nuestras emociones.
Dicen que el sosiego por un lado
reporta esa experiencia tan gozosa de la paz interior y por otro dispone la
mente para que pueda desarrollar otras de sus potencialidades. No es así de
extrañar que desde muy antaño se haya ido perpetuando las enseñanzas y métodos
para hacer posible esa serenidad de la cual surge una visión mas clara, esa
quietud que conlleva lucidez, entendimiento correcto y sabiduría.
El sosiego tiene sus enemigos:
agitación mental, desequilibrio emocional, impaciencia, avaricia, odio, celos,
malevolencia, el egocentrismo, el rencor y muchos más. También tiene aliados.
Aceptación de lo inevitable, humildad, compasión, comprensión clara, dominio de
la mente, contento interior, lucidez y benevolencia.
Paz espiritual y calma interior
Relacionadas con el sosiego, se
pueden alcanzar si vamos a su encuentro,
aquí van algunos consejos:
·
Controla tus pensamientos, sabemos que no es fácil.
Piensa en positivo y en un único pensamiento: “me voy a encontrar bien..etc. al
principio es difícil, pero se aprende.
·
Simplifica tu vida, tú eliges, tú decides, realiza las
tareas más importantes, y cuando las hagas: disfrútalas.
·
Se generoso y desinteresado con tus valores y tus actos.
Debemos sentir que nuestra paz espiritual depende del bienestar de los demás.
·
Aumenta tu autoconfianza. Se inmune a los halagos y a la
crítica. Si nuestra autoestima depende de las opiniones de los demás, nunca
encontraras la paz espiritual.
·
Escoge bien en que gastas tu tiempo. Para buscar el
sosiego es necesario despegarnos de la prisa, de vivir pendientes de los demás
y de toda forma de negatividad.
La tranquilidad, la serenidad y la calma, nos ayudan a conseguir el
beneficioso lujo de acumular sosiego. Y el sosiego nos ayudará a prestar y
prestarnos atención, a reflexionar, a meditar de forma introspectiva
(observándonos hacia adentro, evaluando nuestro comportamiento), o
bien de forma contemplativa (valorando y apreciando el mundo exterior que nos
rodea y sus circunstancias.
El sosiego y la serenidad nos
obligan a estar en conexión con
nosotros mismos, a meditar para
ayudarnos a conocernos mejor, a vigilar la cantidad y el sobrepeso que acumulamos de miedos,
culpas, ofensas, etc., que tanto daño nos producen inconscientemente a lo largo
de nuestra vida.
El libro de
Wilhelm Schmid “El sosiego el arte de envejecer”
Quiero hablaros en este artículo sobre el libro de Wilhelm Schmid y lo que opina sobre el consuelo.
Un libro que he leído hace un mes el
tiempo que lleva publicado y que en los últimos talleres ya lo he recomendado a
mis alumnos para que se lo compren. De fácil lectura y unas 100 páginas se puede leer y seguro que
nos hará reflexionar pues nos facilita unos consejos y nos da unas herramientas
para trabajar y mejorar nuestra calidad de vida.
Espero que el resumen que facilito a continuación, pueda motivaros
y ayudaros a conocer un poco mas estos acontecimientos que se nos van
presentando a nuestra edad y clarifiquen
muchas de las dudad que nos plantea la vida. GRACIAS
[…] estoy
preparado para aceptar el envejecimiento con alegría, tal como venga, para
utilizar todas mis fuerzas en vivirlo con la mayor serenidad posible: aceptarlo
con sencillez, no oponerme a él, no adornarlo ni difamarlo, sino aceptarlo en
todo su amplio abanico, que va del alivio a los impedimentos, de la belleza a
lo horrendo, y no contemplarlo a través de un cristal color de rosa, ni de unas
gafas oscuras, sino a través de una visión clara porque la contemplación sobria
de las cosas es uno de los grandes privilegios del envejecimiento.
Desde un punto de vista cultural, el
proceso de envejecimiento permite descubrir recursos que pueden hacer que la
vida sea más fácil y más rica en este
preciso momento. Uno de estos recursos
es la serenidad. Aunque en la actualidad lo que nos falta es precisamente
serenidad. El día a día resulta tan estresante y las personas experimentan tanta presión que en ellas va
creciendo el ansia de alcanzar un estado de calma.
Nos dice el autor, que él no esta en
posesión de la serenidad, pero que le parece imprescindible para llevar una
vida plena. Se trata de un factor positivo en cualquier etapa de la vida, pero
sobre todo durante la vejez, cuando la vida amenaza con empobrecerse y hacerse
más difícil. Es posible que solo se pueda conseguir la serenidad en el trascurso
del envejecimiento: parece más fácil alcanzar la calma cuando no esta en juego toda la vida, cuando las
hormonas están algo mas tranquilas, cuando el tesoro de experiencias es mayor,
cuando la mirada es mas amplia y cuando la evaluación de personas y cosas es
mucho mas ecuánime.
El autor en este libro nos da diez pasos que él cree que son necesarios
para alcanzar la serenidad y que él dice que salieron de observaciones,
experiencias y reflexiones. Así llegaremos a comprender las características
propias de la época de la vejez y del envejecimiento, para que sea más fácil el
que nos dejemos atrapar por la serenidad.
Primer paso: Pensamientos
¿En que consiste realmente vivir? Es
algo que se puede sentir con intensidad, pero que después deja de ser intenso,
algo que parece siempre igual y después cambia radicalmente, que a veces es muy
cambiante para mas tarde instalarse en la rutina.
La polaridad es uno de los
fundamentos de la vida: late entre dos polos opuestos como alegría y tristeza,
miedo y esperanza, ansia y decepción. Y entre ser y dejar de ser, algo que durante
mucho tiempo se ha considerado un destino imposible de cambiar.
La serenidad
nos ayuda a adquirir conciencia de las diferentes etapas de la vida y aceptar
sus peculiaridades.
Nuestra vida deja la perspectiva que
teníamos orientada hacia el futuro y se convierte cada vez más en una vida
retrospectiva, la perspectiva hacia delante se vuelve más estrecha y por ello
la orientación se dirige más hacia el pasado ¿Cómo ha trascurrido mi vida? ¿Qué
he hecho y logrado hasta ahora?
Segundo paso: Comprensión de las peculiaridades de la
edad y del envejecimiento
Comprender estas peculiaridades es mantener
una actitud abierta a los cambios asociados con la edad y la compresión de los retos
que el envejecimiento trae consigo.
En el arte de la vida no puede existir
una maestría definitiva, porque la vida
sigue siendo un proyecto de aprendizaje hasta el final: siempre existen nuevos
conocimientos y exigencias, cambios sociales y logros técnicos que es necesario
asumir, ningún conocimiento puede conducir a la sabiduría definitiva.
La serenidad consiste ahora en
reconciliarse con la discreta palabra “aún”, su aparición se ira multiplicando
a medida que se desarrolle el proceso: “¡Aún tiene buen aspecto para su edad!
“. “¡Aún esta en forma!”, “¡Es estupendo que aún tenga la cabeza clara!”.
Se trata de la época del aún, en todos los aspectos: aún se puede
llamar a un amigo para charlar con el; aún queda tiempo para una disculpa que
parece adecuada: aún es posible y seguramente
adecuado devolver algo y dar las gracias, se trate de lo que se trate.
Desde muchos puntos de vista, al envejecer volvemos a
recorrer el desarrollo del principio de la vida, pero esta vez en dirección
contraria.
Tercer paso: Costumbres que facilitan la vida
Las personas se acostumbran a todo
(incluso al dolor, si no es muy fuerte), pero necesitan tiempo para ello y
también fuerzas de las que ya no disponen en gran cantidad al envejecer. El
sentido de los hábitos radica precisamente en poder confiar en ellos sin tener
que emplear fuerzas adicionales: su cuidado es por ello el tercer paso hacia la
serenidad.
Dentro y fuera de las cuatro
paredes, los hábitos pueden ayudar a gestionar lo extraño y procurar confianza.
Esto es válido para las costumbres del comportamiento, así como para las de la
vista, oído, pensamientos y sensaciones, y hábitos y rituales llevados a cabo
entre varias personas.
Las personas que van envejeciendo
intentan por encima de todo conservar la vida en la que confían, aunque sea
problemática. Temen perderla si no lo consiguen. Confían menos que los jóvenes
en que las nuevas costumbres puedan conducir a nuevas confianzas.
Cuarto paso: disfrutar de los placeres y de la felicidad
Reciben una bienvenida más calurosa
que en épocas anteriores algunos placeres que, ahora que ya ha pasado el
momento de los huracanes orgiásticos, adquiere mayor valor al ser conscientes
de que ya no vamos a disfrutar de ellos incontables veces.
La serenidad
significa dejarse seducir por estas delicias de placeres. En la capacidad de
degustar de una manera consciente radica la razón para “aceptar y estimar” la
vejez, porque, según señala Séneca en la duodécima de sus cartas a Lucilio, “esta llena de
alegrías cuando se sabe utilizar”.
Algunos
placeres: el de tomar una taza de café, el de viajar, el de la jardinería. El
placer del recuerdo, el placer de conversar y quizá también el placer de
escribir algunas cosas para uno mismo y para los demás.
Quinto paso: convivir con el dolor y la infelicidad
Muchos aspectos de la vida dependen
de la suerte y de la mala suerte, sin que se pueda decir con toda seguridad
cuales son las causas de la una ni de la otra. No tiene demasiado sentido
otorgar la responsabilidad a uno mismo, a los demás, a la vida o a todo el
mundo cuando pasa algo que no debería haber pasado. Puede ocurrir una
desgracia, nos puede asaltar una enfermedad o se puede destruir una creencia.
¿Por qué me ha tocado a mí? En realidad, nunca se puede encontrar una
respuesta. ¿Por qué me ocurre ahora? Puede ser simplemente una casualidad. ¿Cuándo
me libraré de ello? Es posible que nunca. Y, entonces, ¿Qué? Entonces solo te queda convivir lo mejor
posible con eso que te ha tocado y decirte: esta es la obligación que me impone
la vida, por casualidad, o adrede, quien sabe. Acepto este deber para
hacer algo con él porque para algo
servirá. Al fin y al cabo, ¿todo lo que ocurre no tiene finalmente alguna
utilidad?
Sexto paso: tocar para sentir la cercanía
Las personas dependen del contacto
físico durante toda su vida. Desde el nacimiento vela por el fortalecimiento
del sistema inmunológico y por el establecimiento de lazos afectivos y de
protección y amparo. A lo largo de los años, los niños y los adolescentes se
sienten consolados si se les abraza. También los adultos conocen los efectos positivos
de la caricia o el contacto de una mano. El pulso acelerado se puede
tranquilizar o una presión sanguínea creciente se puede reducir con la cercanía
de una persona querida.
Cuanto menos contacto físico recibe
una persona, más extraño se sentirá consigo mismo y con los demás, y al final también
con el mundo. La persona se siente excluida sin saber de dicha situación. Aquel
que no recibe el roce de nadie ni de nada muere en soledad mucho antes de que
llegue la hora de su muerte.
La serenidad no se alcanza
únicamente a través de un contacto corporal adecuado, sino con cualquier tipo
de estimulo agradable que puedan proporcionar los sentidos: una cara bonita,
contemplar una imagen o un paisaje, escuchar o interpretar música, para uno
mismo o cantando en un coro, inhalar un aroma, degustar una comida, también
moverse, ya sea paseando o haciendo deporte, y todo aquello que nos otorga la
sensación de vivir con mas intensidad.
También es muy
importante en la etapa de envejecimiento el contacto espiritual, que tiene que
ver con todas las sensaciones que se pueden derivar de la amistad y la
amabilidad. Siempre que no este presente el desinterés, resulta posible el
contacto espiritual.
Séptimo paso: Amor y amistad para sentirse inmerso en una
red
En todas las épocas de la historia
de la humanidad, los padres han enseñado la vida a sus hijos, pero con las
tecnologías, cada vez más modernas que condicionan la vida hoy en día, la
relación se ha invertido en parte y ahora los hijos enseñan la vida a sus
padres porque en el uso de la tecnología
van un paso por delante, puesto que crecen con ella.
Junto con el amor entre padres e
hijos, el amor entre abuelos y nietos puede trasmitir un alto grado de sentido
y serenidad a todos los implicados. Aunque los encuentros sean menos frecuentes
que en épocas anteriores, los medios modernos hacen posible que se pueda
mantener el contacto, incluso a grandes distancias. Muchos abuelos siempre
están disponibles para sus nietos, para realizar actividades con ellos,
escucharlos y explicárselo todo.
Las personas ancianas, por su parte,
se sienten más inmersos en la vida cuando pueden participar en el crecimiento
de los niños. También la integración de guarderías en residencias de ancianos,
que se ha intentado en diversos lugares, contribuye en este sentido.
Pero en la relación de pareja en la
vejez, mucho más que en cualquier otro momento de la vida, dependemos de la
benevolencia entre nosotros que se deriva de la decisión que cada uno ha tomado por su lado. Si la
mayor muestra de amor en la juventud era afirmar “contigo hasta el fin del
mundo” y “envejeceremos juntos”, ahora ha llegado el momento de demostrar en el
día a día que no eran solo palabras hermosas.
Y en la vejez alcanza una gran
importancia la amistad. Al amigo me unen recuerdos imborrables, con él puedo
hablar, con él me puedo sincerar, aunque no demasiado para no convertirlo en un
paño de lágrimas. Una persona de la que no pretendo nada ni espero nada, con la
que simplemente me gusta estar porque es como es. Me alegra que haya alguien
que me quiera y a quien yo quiera, en el que encuentro comprensión y que él la
encuentre en mí, con él que puedo tener privilegios y, de nuevo, él puede
tenerlos conmigo.
Octavo paso: conocimiento para adquirir alegría y
serenidad
El conocimiento ayuda a seguir
adelante cuando se plantean preguntas, es la búsqueda de sentido y de
relaciones, y alcanza su objetivo cuando se puede reconocer las relaciones:
“¡Ahora tiene sentido!”. El sentido de que estamos hablando raras veces es el sentido
de la vida, sino el sentido en la vida, el sentido de los fenómenos
y las experiencias individuales.
Solo
ante sí misma tiene que justificar una
persona su vida.
Con ayuda del conocimiento, se puede
evitar los nervios finales y alcanzar una serenidad definitiva, que también se
puede definir como alegría.
Tener sentido del humor y ser capaz
de reír son sin duda dos elementos fundamentales para la dicha, que no es lo
mismo que la alegría, aunque tiene mucho en común. Quien pueda decir de sí
mismo “Soy un hombre dichoso” No tiene que estar siempre alegre. La expresión
de la alegría es en su mayor parte una cuestión de momentos y fases de la vida,
mientras que la suerte de la persona dichosa es la suerte de sentirse lleno,
que va más allá de sentir alegría en
momentos determinados.
Ahora todo es voluntario y nada una
obligación. Ya no tengo que demostrar nada a nadie, ni a mi mismo, ni a los demás,
y si no fuera así, ya sería demasiado tarde para ello.
La serenidad dichosa no descarta la
tristeza: la aceptación de la vida y de la vejez también abarca este aspecto.
Cada noche, al irme a dormir, me siento profundamente agradecido por el día y también
siento una tristeza profunda porque ya ha pasado.
En mí mirada hacia el final del gran
día de la vida me pregunto como encontraré el equilibrio final cuando llegue el
momento de culminar con gran alegría la obra de la vida y verme obligado a
despedirme ante ella ante la aparición
de la tristeza más oscura.
Noveno paso: Una relación con la muerte para poder vivir
con ella
Cada vez nos tenemos que enfrentar
con mayor frecuencia a la muerte de los demás, que cada vez son más cercanos, a
veces muy cercanos a nosotros, y nos descubrimos pensando: “el o ella ya han
dejado atrás sus vidas”. Desde el momento en que desaparecen los propios padres
queda muy claro: estamos en primera línea, no queda nadie entre la vida y la
muerte.
No solo la vida, sino también la
muerte es una cuestión de significado. Nadie sabe lo que es en realidad. Eso es
posiblemente lo más inquietante que
tiene. Pero su significado puede ser más tranquilizador. Se le puede considerar
el acontecimiento que da sentido a la vida, porque marca la frontera que da
valor a la vida. Tiene valor lo que esta disponible en una cantidad limitada,
por eso se otorga más valor a las piedras preciosas que a los guijarros. De la limitación del
tiempo se deriva la preocupación por tener una vida preciosa, en la que se puedan sumar los momentos hermosos que
se han podido reunir en el tiempo disponible.
El hecho de conocer un límite temporal nos impulsa a
hacer algo con la vida que parezca
valioso, en la medida de lo posible.
Décimo paso: pensamientos sobre la posibilidad de una
vida después de la muerte
La muerte podría ser hermosa y
valiosa como tránsito a otra vida. Quizá no se trate realmente de nada más que
un tránsito de la vigilia al sueño.
El autor quiere unir en este paso
la mortalidad con la
inmortalidad. La posibilidad de semejante sentido lo sospecha cada persona
durante toda su vida a través de experiencias extáticas, de la sensualidad más
intensa, de las emociones fuertes que nos proporcionan los sentidos, de las
extensas excursiones en el reino del pensamiento, de una conversación o de una
lectura profunda, al hundirse en el juego o en una labor, de cualquier tipo de flow y ensoñación. Para experimentar
tales cosas basta con olvidarse de uno mismo, intemporalidad, unión intima con
todo, intensidad. Con frecuencia llamamos divinas a estas experiencias, y son
tan fuertes que permanecen en la memoria. La intensidad de la energía que se
experimenta en esos momentos permite alimentar la sospecha de que se podría
tratar de lo esencial o autentico de la vida que se extiende más allá del yo y
del tiempo.
Confiar en la posible existencia de
una vida nueva y diferente alivia en los mayores el estrés de la vida porque no debemos exigirlo todo de la
supuesta “única vida”. ¿Y si no fuera así? Entonces esta vida ha sido, por lo
menos, una vida hermosa.
BIBLIOGRAFIA:
SCHMID
Wilhelm: Sosiego, El arte de
envejecer. (2015). ED. Kairós