A diferencia de lo que puedan pensar los extranjeros (y muchos japoneses), wa no es ni el Kimono ni el sushi, no es la arquitectura de las casas tradicionales ni la exuberancia de los anime y de los manga. No es uno de los santuarios inmersos en la plenitud de una naturaleza tan venerada como sagrada; los ocho millones de dioses o los movimientos sinuosos y refinados de las geishas de kanazawa y Pontocho no son wa.
¿Qué significa wa?
Si se busca en el diccionario monolingüe Kojien encontramos un amplio abanico de significados: lo que es de estilo japonés, lo que se ha producido en Japón, las cosas quietas, tranquilas, moderadas, amables, cordiales y serenas. Llevarse bien, estar en perfecta sintonía, el equilibrio entre las cosas. La suma, el total.
Abriendo con lentitud los pliegues del abanico descubrimos que wa es el Kanji japonés que alude a la "armonía" y que a la vez ilustra todo lo que está estrechamente relacionado con la cultura del Sol Levante: evoca lo que es apacible, sereno y moderado, el tono tranquilo, la unión pacifica y sosegada de los elementos, la calma y la gracia de las personas y las cosas. Aparece incluido en las palabras que significan "paz" y en términos clave como chowa, "armonía y concordia", que convertido en verbo chowa suru significa "mezclar sin retorcer las partes".
La cultura japonesa ha tendido desde la Antigüedad a privilegiar la armonía del grupo, la colaboración en aras del objetivo común, frente al interés personal.
Esto se debe sobre todo a que wa hace especialmente referencia a la "mezcla", que no equivale a la disolución de un elemento en otro o en muchos otros, sino a la convivencia pacífica y respetuosa de las partes, al intercambio eufónico y equilibrado.
Wa se traduce también como "evitar el enfrentamiento de manera incondicional", lo que implica actitudes como la paciencia, pedir perdón de antemano incluso cuando no se tiene ninguna culpa, ignorar lo negativo, tener siempre en cuenta las emociones ajenas y estar dispuesto a sacrificarse.
Valorizar lo incompleto y lo imperfecto
Para relacionarse de manera eficaz con Japón es necesario frenar la prisa por comprenderlo todo, ya que se trata de un lugar donde, en cambio, da la impresión de que es justo el tiempo, incluso cuando parece vacio de acontecimientos e intercambios, el que sedimenta una relación. No hay que tratar de interpretar y descifrar por completo al otro, hay que limitarse, como aspecto inalienable del conocimiento, a contemplar primero su máscara y solo después (sin cargar jamás la mano) pasar lentamente al otro lado de la cortina.
Wa significa, por tanto, aceptar, más aun, privilegiar lo incompleto, lo asimétrico, lo imperfecto y, por encima de todo, el vacio, que es el origen de todo.
Acoger, elegir, transformar
De nuevo se repite la pregunta: ¿qué es realmente wa? ¿Qué representa?
Wa no coincide con ninguna de las cosas materiales de Japón: wa es la capacidad de acoger e integrar lo diferente, de armonizarlo. Algo que va más allá de lo específico y se convierte en un principio aplicable en cualquier lugar, tiempo y contexto.
El "coste" de wa
En la actualidad, Japón atrae por cierta idea de sencillez, por la cortesía y la honradez que impresionan a los extranjeros que viajan al Sol Levante o que oyen hablar de él; fascina por una manera de vivir cívica que permite que estén limpias y sean seguras unas ciudades de varios millones de habitantes, donde todo parece funcionar y donde el respeto por el medio ambiente y la atención al prójimo sigue siendo una costumbre extendida.
A pesar de no saber qué nombre atribuirle, el mundo percibe wa y siente en Japón la armonía, la conoce gracias a las lecturas, los viajes que organiza para explorar su cultura y su territorio, el estudio de la lengua y las disciplinas artísticas, filosóficas o marciales, y le gustaría contagiarse de ella.
Saber decir, saber pensar
El poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti escribió que "gracias a ellos, a los sentimientos, somos conscientes de no ser otros, de ser nosotros mismos. Los sentimientos nos dan un nombre y con ese nombre somos lo que somos". Saber decir, saber hablar, saber, en general, nos hace más fuertes.
Aumentar nuestro vocabulario nos ayuda a expresarnos mejor con los demás, a darnos un nombre. Podemos comprendernos mejor, identificar lo que deseamos de verdad, lo que, en pocas palabras, constituye el origen de la felicidad: entender lo que estamos buscando, relacionarlo con el bienestar ajeno, regenerar la alegría a través de u sistema que nos permite comunicarnos con los demás y viceversa, ponernos un objetivo y dirigir hacia el nuestro impulso vital (ikigai)
Una de las lecciones que se pueden extraer del pensamiento japonés es precisamente que este no pretende enseñar nada a nadie.
Es cierto que Japón goza de una calidad de vida muy elevada, que el sentido social es prioritario, que la seguridad, la honradez y la armonía que se respiran allí constituyen una extraña conjunción, pero a la vez es cierto que para conseguir una tranquilidad semejante es necesario, por encima de todo, pensar un poco menos en uno mismo y un poco más en los demás: hay que sacrificar parte de la alegría individual en aras de una felicidad plural en la que participan no solo los amigos y familiares, sino también los perfectos desconocidos con los que no se comparte ni una mirada ni una palabra.
Hay que desechar la obtusa oposición entre público y privado. Una demarcación demasiado nítida entre lo mío y lo que no me pertenece, puede disminuir el grado de empatía de una sociedad. El pensamiento japonés sugiere que la felicidad solo se puede alcanzar distanciándose de la materialidad del mundo, de las pasiones que nos parten el corazón. Considerar con atención que todas las cosas, están destinadas a consumirse y terminar, esto nos acerca a nuestras necesidades reales lo que nos garantiza verdaderamente la serenidad.
Conclusiones
Es necesario cuidar de uno mismo, en el sentido de atribuir una importancia justa a las cosas que nos conciernen en primera persona, pero también en el de no atribuir a otros responsabilidades que son solo nuestras. Salvo limitaciones de cualquier tipo, el mantenimiento de la existencia corresponde por encima de todo al individuo y las personas que sufren un drama son las que demuestran tener un temple más fuerte.
A lo largo de la vida, escribió Kenko Hoshi en horas de ocio, que hay que examinar con atención los diversos proyectos que nos interesan los que cuentan más que los demás y, una vez identificado el que vale más, descuidar el resto y dedicarse exclusivamente a realizar ese único objetivo. Es necesario ocuparse de lo que supone una ventaja para nosotros, aunque sea mínima, desechar lo demás y esforzarnos con diligencia en lo que importa de verdad. Si uno se enreda en un sinfín de proyectos y no está dispuesto a sacrificar ninguno, no concluirá nada".
Así pues, en la materia inagotable del mundo, wa también consiste en elegir una cosa y en concentrase exclusivamente en ella, en concederle toda la atención, en atribuirle el máximo valor y hacerla propia.
El espíritu wa no puede ser más claro: la cultura del Sol Levante es precisamente una mezcla de cosas diferentes, se caracteriza por el esfuerzo lento y constante de armonizar partes igualmente dignas de ser apreciadas, aunque en apariencia no tengan nada en común.
Wa es un prefijo que se aplica tanto a cosas como a conceptos. A través de wa, Japon nos enseña su mejor lección: la belleza, la alegría y el civismo se construyen con grandes dosis de compromiso, mediante el trabajo continuo en uno mismo, ejercitando la paciencia, haciendo las cosas con cuidado y nunca a expensas de otros, porque una felicidad verdaderamente duradera es un proyecto de todos y nunca de uno solo.
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BIBLIOGRAFIA:
IMAI MESSINA, Laura: WA "LA VIA JAPONESA DE LA ARMONIA" (2020) ED. Aguilar.
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