lunes, 5 de septiembre de 2011

EL SENTIDO REALIZADOR DE LA JUBILACIÓN (2 parte)


Jubilación, sentido lúdico

El concepto de jubilación se presenta en la actualidad como dos contrasentidos: dos significaciones contrarias y antagónicas. Por un lado el sentido real y social de la jubilación pero alejado del contenido semántico del término. Por otro el sentido lineal, semántico, pero ideal y utópico. Uno con una significación traumática y el otro con una significación liberadora. Y aunque contrarios y antagónicos a la vez uno está contenido dentro del otro.

El concepto social, económico - laboral, de la jubilación es el cese definitivo de la actividad laboral, mediante una imposición social o una ley estatal. Este hecho en sí mismo puede carecer tanto del sentido traumático como del sentido liberador. En las circunstancias actuales debería, quizá, tender más hacia el aspecto liberador. Sin embargo, las condiciones lo inclinan mayoritariamente hacia el sentido traumático. El sentido real por lo tanto, es un trauma. Y el sentido lineal, ideal, es una falacia.

Yo quiero aferrarme al sentido lineal de la palabra. Jubilación como júbilo, sinónimo de alegría, placer, felicidad. Mi deseo es convertir este sentido ideal y utópico en el sentido real. Deshacer el contrasentido acabando con el trauma. Pero hasta llegar a esa meta un largo y arduo camino nos espera. No debemos rehuir el camino por largo y dificultoso. Aún sabiendo que nunca llegaremos al final hemos de ponernos en marcha. Otros lo continuarán y seguro que podrán llegar al final del camino.

¿Cómo una persona que ha estado trabajando toda su vida, sin tiempo libre prácticamente, quizá con un trabajo embrutecedor y nada realizador, no agradece el momento de su retiro?

El trabajo también encierra un contrasentido. Por un lado es un sufrimiento y por otro supone una valorización. Para disfrutar de una hay que pagar con la otra. El camino para conseguir la valorización es el sufrimiento. De tal forma que llega a tener más peso la valorización. Porque es la única que se tiene en la vida y de la cual se derivan otras.

En este mecanismo, el tiempo libre supone únicamente el descanso necesario para poder seguir trabajando. En ningún caso perder el tiempo, no hacer nada. Porque esto se convertiría en una desvalorización.

La dedicación a sí mismo, como desarrollo de sus potencialidades más íntimas se centra exclusivamente en el trabajo y no en otros aprendizajes, aptitudes o aficiones. Ese trabajo único se va a convertir en una tela de araña de donde le va a resultar imposible salir.

Aunque pudiera desligarse del trabajo y acrecentar y cultivar otras actividades, el objetivo está en acaparar trabajo y de ese modo también valorización social además de poder económico del que nunca va a poder disfrutar. Cuando llega el momento de su retiro se queda sin ningún papel que representar. El asiento sobre el que se sentaba y se sentía, se ha roto y ha caído al suelo. No sabe hacer nada, nunca se preocupó por ello, ahora tiene todo el tiempo del mundo y no sabe absolutamente qué hacer con él.

 
Se necesita otra concepción del trabajo, junto con otra concepción del tiempo libre, que no sean antagónicas sino complementarias. Pero ello implicará otra concepción de la riqueza social, -de su distribución-, y otra concepción del ser humano.

La primera supone, en principio una redistribución del trabajo, de modo que se trabajen menos horas, para tener más tiempo libre y además para que puedan trabajar más personas. Es la única forma de acabar con el paro, que la jubilación impuesta no ha conseguido, ya que en el trabajo se ocupa el mayor tiempo posible.

Una redistribución del trabajo y de los beneficios, más igualitaria, que hoy es posible gracias al desarrollo de los medios de producción, pero a lo que no están dispuestos quienes acaparan la mayor parte de esos beneficios. Y esa redistribución puede empezar a llevarse a cabo ya, en cuanto a la jubilación. Una jubilación no obligatoria, sino voluntaria según las necesidades y posibilidades de cada persona. Y gradual para que el jubilado pueda ir adaptándose a la nueva vida y comience a buscar nuevas posibilidades de actividad sin perder la profesional.

El ser humano no puede ser valorado únicamente como agente de producción. Debe ser antes valorado como persona, potenciando el desarrollo de sus potencialidades más esenciales e íntimas. Solo el ser humano autorrealizado en sí mismo puede volcarse en la construcción social de forma solidaria.

En esa concepción, trabajo profesional remunerado y otras actividades vocacionales no profesionales, deben complementarse. El trabajo es la parte dedicada más directamente a contribuir a la construcción social y debe ser lo más grata posible. No alienante. Las otras actividades dirigidas a satisfacer las necesidades más intimas y personales, con las que las cualidades humanas van superándose y enriqueciéndose, y por supuesto también contribuyen a enriquecer la sociedad, quizá de forma más cualitativa y desde luego más libre. No puede ser un tiempo muerto, sino un tiempo de disfrute total, creativo, realizador. Las posibilidades de ello son prácticamente infinitas.

Solo entonces la jubilación adquiriría el sentido lúdico del término, pero ya no sería necesario porque el júbilo formaría parte de toda la vida.

Mientras tanto hemos de dirigir nuestros esfuerzos porque la jubilación sea el momento donde empieza la alegría y desde ahí y para siempre, el tiempo del placer. Una vez liberados del trabajo alienante, dediquemos toda la vida a hacer lo que hasta ahora nos había estado prohibido. A vivir. A los 70 años aun se puede aprender y descubrir la vida. No hay que perder el tiempo.

 
Para un modelo integral de jubilación

Volvamos, para terminar estas páginas, a la unidad dialéctica bio-psico-social, que materializa y encarna el ser humano.

La vida humana se encuentra en la encrucijada entre lo genético y lo adquirido. El cuerpo es el soporte material de la persona.

La tríada bio-psico-social conforma al ser humano. Y todos los aspectos que forman esa personalidad han de verse en una interacción constante y nunca como compartimentos aislados, sin relación entre ellos o con relaciones unidireccionales.

Lo que al humano diferencia de las demás especies es su dimensión psico-social. Esto es lo que le confiere su esencia humana. En el desarrollo de la dimensión psico-social centraré los esfuerzos del modelo programático que pretendo esbozar.

El cuerpo no es algo ajeno a esa dimensión. En el cuerpo se materializa el ser. En el cuerpo y desde el cuerpo la personalidad se forma, se manifiesta y se expande. Lo que la persona es se lo posibilita la sociedad a través del cuerpo. Este es el medio posibilitador. Receptáculo, receptor y transmisor. Los estímulos son recogidos por el cuerpo y enviados a la mente para que los codifique. Lo social es adquirido y aprendido por el cuerpo mediante sus canales sensoriales, -a la vez que estos van desarrollándose, agudizándose y enriqueciéndose-. De este modo se va elaborando el contenido psíquico, se integra y se organiza dando lugar a la representación mental. Ese bagaje, creciendo continuamente va creando y diversificando nuevos contenidos que revierten de nuevo a la sociedad, -utilizando de nuevo el cuerpo como canal expresivo-, de variadas formas. La sociedad se enriquece con ello, crea nuevas formas y lo vuelve a revertir a las personas. El ciclo se repite y retroalimenta continuamente.

La sociedad no es aquí un ente ni una organización superior. Son las personas. En esa relación persona – sociedad hay siempre cuerpos, personas. La relación se da entre cuerpos y entre personas, siendo la base primaria de esa relación corporal el afecto.



Volvamos a subrayar diversos aspectos de la unidad cuerpo – mente.

Aún siendo dos entidades distintas, cuerpo y mente se determinan mutuamente. Y siempre todo planteamiento debe basarse en esa interrelación. Sin embargo se observan y pretenden vivirse como si fueran dos entidades completamente distintas y contradictorias.

Existe una preocupación excesiva, obsesiva, por el componente corporal en cuanto elemento físico, separado de lo mental y poco o nada por este último. Pero cuanto más se desgaje el cuerpo de la mente, más dejamos de ser humanos. Lo que ocurre es que aunque nosotros los separemos intelectualmente, cuerpo y mente siguen funcionando como una unidad indisoluble y esto nos salva. Pero olvidarlo supone encarar los problemas parcial y superficialmente.

Se dedican importantísimos esfuerzos económicos y humanos para alargar la vida y luchar por la salud física, más allá incluso de las fronteras previsibles, pero pocos caminos se abren para engrandecer el contenido psíquico y alejarse de la vida vegetal. Hoy, gran parte de ancianos mantienen una vida meramente vegetal.

El cuerpo debería observarse más como medio por el que la psiquis se forma y se engrandece. Queremos cultivar el cuerpo en este sentido y no en el de la belleza estereotipada, la fuerza muscular y la competitividad.

Hay que agudizar los canales sensoriales, receptivos, para que a la mente llegue la máxima información y posibilitar también los canales de expresión para que el contenido de la comunicación sea completo. De igual forma que el niño necesita cuanto más pequeño y más handicaps padezca, una mayor estimulación, un mayor énfasis por desarrollar los canales sensoriales, según sea su grado de deterioro, necesitará más o menos de ello. La mente es el resultado de las sensaciones, vivencias y experiencias corporales. De la riqueza de éstas depende la psíquis. El cerebro las organiza y estructura, creciendo a partir de ellas, el pensamiento y la representación abstracta, y mediante diversos canales expresivos que -también hay que desarrollar- revierten al exterior. En la elaboración propia, -creación- que la mente realiza partiendo de las informaciones sensoriales y en la expresión posterior, -comunicación- , (que puede llegar a ser ARTE), se encuentra la máxima realización humana. En esa comunicación se vuelca toda la personalidad humana: emociones, sentimientos, vivencias, experiencias, imágenes…


Y para concluir, enumeremos a continuación una serie de puntos dirigidos a establecer un modelo de actuación permanente con las personas de edad avanzada, desde la etapa de la pre-jubilación, incluso mucho antes, como un continuo reciclaje.

Basándonos en la potenciación máxima de todas y cada una de las capacidades y posibilidades del ser humano. Desde el ámbito interno, propio, individual, hasta el ámbito intergrupal e intergeneracional. Atendiendo prioritariamente al grado de estimulación de la actividad y a su calidad y erradicando las actividades cuyo grado y calidad de estimulación se acerquen a lo nulo o negativo. Las formas pasivas de entretenimiento en las que se permanece como espectadores embobados, han de ser eliminadas. Hay que acabar con la inercia y la pasividad como hábito de vida, porque no son formas de vida, sino más bien formas de muerte. La inercia y la pasividad es el camino de la vegetalización. La actividad es vía de vida. El movimiento es vida. Genera vida y humanización desde la filogénesis a la ontogénesis.

 
Mi propuesta, aunque pueda considerarse en muchos casos, ambiciosa, sabiendo conscientemente que los niveles que podamos alcanzar queden muy por debajo de nuestras propuestas, los mantenemos claramente como meta, como camino a seguir y como objetivos por los que tenemos que seguir trabajando permanentemente.



• Programas de estimulación sensorio-psico-motora. (Táctilo, cutáneo, quinéstesico, visual, auditivo) potenciando todo tipo de sensaciones: óseas, musculares, articulares, tónicas, temporales, espaciales, desde prácticas como la psicomotricidad, la eutonía, la relajación, el ritmo, la expresión corporal…

• Programas de estimulación hacia la creatividad, cualesquiera que sean sus formas o manifestaciones (plástica, musical, escénica, visual…)

• Programas de aprendizaje de técnicas y manualidades.

• Programas de alfabetización y culturalización. Establecimiento del hábito de la lectura como forma de acceso al mundo literario, desarrollando su fluidez y comprensión. De igual forma posibilitar el hábito de la escritura como forma de expresión y pensamiento.

• Programas educativos teórico – prácticos. Materias de interés general. Especialidades. Temas de actualidad. Seminarios. Talleres. Deportes. Viajes culturales…

• Programas de participación socio – cultural entroncados en el medio.

• Establecimiento de canales de expresión y comunicación multimodal (verbal, corporal, escrita, dramática, plástica, literaria, deportiva…)



Alfa Institut



Movimiento - Expresión – Danza – Teatro

Un espacio para el arte, la salud, el desarrollo humano y la comunicación.



C/ Tomás Bretón Nº 46-2º / 28045 Madrid - Telf: 91 593 24 15 / 628.68.79.79



http://www.movimientoyexpresion.org/


 

1 comentario:

  1. Muy buen artículo, pero hay muchos jubilados que no se integran a esos programas porque les supone una obligación, un horario y de eso precisamente es de lo que se quieren liberar.

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